
Hoy podía convertirse en el primer día del resto de mi vida
y por eso los pequeños detalles que normalmente nos pasan desapercibidos hoy
quisieron ser visibles para mí para darme la bienvenida a esta nueva etapa de
primeras veces.
Y es que a mí lo de las primeras veces me emociona más que
la vida misma. Estrenar tantos sentimientos nuevos, conocimientos,
aprendizajes, estrenar personas nuevas que se convertirán en conocidos y seguro
que con el tiempo, en amigos. Estrenar
miedos y a la vez el coraje para superarlos. Debutar de nuevo en esos inicios de historias que
tanto me gustan con la mezcla perfecta entre nervios y atracción. No puedo
evitarlo, las primeras veces me apasionan, y no tanto en si la primera vez de
lo que sea sino las emociones que despiertan en mi. Emociones de niña, de
ingenuidad, de taquicardia, de virgen, de adrenalina, de curiosidad sin fin. Y
a ratos, en un mundo donde está casi todo estipulado, organizado, previsto,
sabido y conocido, donde casi todo lo hacemos ya por inercia y cotidianidad,
una primera vez, vale millones.
Y ahí me tenéis a mí, después de mi paseo matutino en moto,
disfrutando de una velocidad crucero ideal llego a las 8,30 a la puerta del banco para
firmar mi primer crédito sólo mío, a mi nombre sin avales siendo yo la única en
disfrutarlo y yo la única responsable en pagarlo. Después mi primera clase en
el máster en el que me he inscrito. Urgencias y emergencias intra y
extrahospitalarias. Eso si era un inicio por todo lo alto, con la sensación de
estar abriendo una caja llena de maravillas que me podía llevar tan lejos como
yo quisiera.
Obviamente esas maravillas se toparían con la realidad, que
se entretiene poniendo obstáculos a los sueños. Lo que la realidad no sabe es
que soy única regateando esos obstáculos y buscando alternativas. A ella le
gusta proponer giros en el destino pero no más que a mi sortearlos. Y es que
cada vez tengo más claro que a menudo las adversidades no son más que
oportunidades con espinas. Si nos sentamos y cogemos la rosa con cuidado podremos
quitarle las espinas con calma y admirarla en su absoluta belleza.
Así que, para mí, últimamente lo importante de la vida no es
tanto lo que nos ocurre sino como reaccionamos a lo que nos ocurre. Yo soy muy
de anhelar cosas que siento como ya
perdidas o como no posibles por causas que me monto yo misma. Tengo unas reglas
morales muy estrictas que me hacen atormentar a veces o avergonzarme de mis
propios pensamientos otras muchas. Y cuidado, que tenga esas normas morales no
significa que las cumpla, ahí el quid de la cuestión. Estoy aprendiendo ahora
mismo a gestionar esas historias mías, reconocer mis luces y mis sombras y
mostrarme ante los míos como de verdad me siento, ni tan buena pero tampoco tan
mala, ni tan controlada pero tampoco tan alocada. Vamos que justamente estoy
cayendo en esa indefinición que tanto he odiado siempre o tal vez lo que estoy haciendo es centrarme,
equilibrarme y huir de los extremos,
lidiar con todo ese rollo de
desetiquetarme que tanto me consuela pero que nunca consigo.
Pero volvamos a mi hilo argumental que he vuelto a irme en
mis divagaciones. Yo lo que de verdad quiero son infinitas primeras veces. ¿Pero
como consigo eso? Y sabed que yo la palabra infinito sólo la uso por la noche,
cuando acuesto a mis dos peques y les susurro al odio…t’estimo infinit…; para
todo lo demás debo reconocer que me provoca cierto miedo, cierta sensación de
opresión en el pecho y de encarcelamiento mental que me aterra, y mira por donde
ahora la pido con afán.
Lo repetiré una vez más: Quiero infinitas primeras veces por
siempre jamás.
Algo nuevo cada día, un sabor, una palabra, una persona, una
manera de ver la vida, una canción, una poesía ¿habrá en el mundo tanta
cantidad de cosas nuevas que puedan satisfacer mi curiosidad? El otro día me
comí un pepinillo por primera vez, la semana pasada aprendí a jugar al ajedrez,
el sábado pasado escalé en un rocódromo y bajé haciendo rapel, hace dos
meses reconocí un ritmo no desfibrilable
,ayer conocí un olor nuevo, hace 3 meses sentí agujetas en un músculo
desconocido para mí y así más y más, y cada día quiero nuevos descubrimientos,
que, aunque puedan parecer banales, sé que no lo son porque me están dando una oportunidad
nueva de primeras veces y como tales, las viviré como se merecen, impacientes, cálidas,
cerrando fuerte los ojos y conteniendo el aliento para que esa sensación se
convierta como no, en infinita.