martes, 24 de abril de 2018

No pidas la luna

Recientemente me presenté a una convocatoria para entrar en la bolsa de trabajo del servicio de  enfermería de bomberos forestales.
Pasé la primera prueba, el examen teórico y aprobé.
Tenía que quedar  entre los 30 mejores como requisito para poder acceder a la siguiente prueba. Y quedé.
La segunda criba era una mínima y según todo el mundo accesibilisima prueba física. La course navette, la dichosa carrerita de arranca, acelera y frena al ritmo de un pitido. Para mi edad, porque iba por edad y ya estoy en el rango de las maduritas, tenia que conseguir hacer 6 paliers. Y de nuevo, según todo el mundo, facilísimo.
Entrené durante 2 semanas, que fue el tiempo que tuve desde que convocaron hasta el momento de la prueba, cada día, cambios de ritmo, técnica de carrera, pivotar, aumento de capacidad aeróbica, etc. Nunca hubiera podido imaginar un mejor  equipo de entrenadores ni de compañeros de entreno. Mil gracias a todos los componentes de Mes Vida y a todos los que me habéis animado(ya todos sabéis quien sois)  por vuestra paciencia, esfuerzo y dedicación y sobre todo por animarme a pensar  que era capaz de conseguir aquello y mucho más. Sabed que para mi, que me hayáis apoyado en este tema ha significado muchísimo, y por ello, os querré siempre.
Los entrenos dieron su fruto pero no consiguieron dar la cantidad de fruto necesario y  a pesar  de, según mi percepción,  intentarlo con todas mis fuerzas no llegué a los 6. Aquella tarde, tras salir del CAR de St Cugat con los 29 compañeros restantes, todos con sus Salomon, su tipo atlético, su perfil físico de bomberos  y con sus 8 paliers conseguidos sin apenas despeinarse ni derramar una gota de sudor (creedme, no exagero) me permití caer en unas horas de debilidad mental. Vaya, que lloré toda la tarde entera. Lloré cuando mi compi Isaac me dio un abrazo de consuelo, lloré cuando mi marido y mis hijos me recogieron a la salida y tuve que que decirles que no lo había conseguido, lloré todo el camino hacia casa, lloré en la ducha, en la merienda, tirada en la cama, abrazada a mis niños, lloré mientras mi marido intentaba animarme y también mientras escribía algún wasapp dando mi noticia. Lloré todo lo llorable. Me sentí tan decepcionada conmigo misma, sentí que decepcionaba a mucha gente de mi alrededor y eso me hizo creerme tan frágil, tan débil y tan mayor que sólo por aquella tarde me permití suponer que mi viaje hacia ese objetivo había terminado.
Y mientras me regodeaba en mi océano de lagrimas, recordé en que tipo de persona quiero convertirme, en como es la madre que quiero mostrar a mis hijos y como es la Cris que anhelo ver en el espejo. Recordé a las personas que desde un inicio me han animado a intentarlo, sencillamente porque no intentarlo es mas fracaso que hacerlo y no conseguirlo.
Rememoré todas las veces que durante años solo imaginé, y cómo lo glorioso sobrevino cuando cometí la imprudencia o la valentía (según el punto de vista de quien te lo explique) de poner sobre la realidad todo lo que mi mente se había atrevido solamente a soñar.
Y ahí es cuando los quisiera se convirtieron en quiero, los debiera en debo y los algún día en ahora y sólo entonces los deseos pudieron empezar a convertirse en hechos.

¿Y qué ha pasado con todo aquello? ¿Todo eso se va a evaporar por un traspié, por unas piernas que no alcanzan una velocidad concreta o por un corazón que no consigue bombear a la frecuencia necesaria? ¿No sigo siendo la misma yo que anhela la autosuficiencia? ¿ No soy la Cris de no pidas la luna, si la quieres consíguetela tu misma? La de menos hablar y más hacer, la de ves a por lo que quieres, la fan incondicional de Anna Fisher, de la baronesa Blixen y de la Tris de Divergente?
¿Y pues? Pues que voy a seguir para adelante, está vez conociendo de verdad mis límites. Mi marido me dijo aquella tarde que estaba claro que Dios me había dotado de mejor mente que cuerpo. No tengo claro si en un elogio o una crítica pero al menos se ha convertido para mí en una declaración de intenciones de lo que necesito mejorar. Mi punto de partida con datos reales y objetivables.
Un compañero de trabajo me contó una vez que el triunfo es cuestión de currárselo, de tener fortaleza e inteligencia pero también es cuestión de suerte como Carl Orff y su Carmina Burana; parece ser que no se hizo pública la obra no sé bien si por incomprensión o por desconocimiento, pero años después de su muerte se dio a conocer y nunca peor dicho pero nunca más claro, Carmina Burana la petó bien petada. Merecidísima fama pero a destiempo para su autor que ni la olió ni la saboreó (un poco como yo que si hubiera nacido en la época de Botticelli la hubiera petado también, pero me tocó de los 80 en adelante así que sólo espero no tener que esperar a morirme para saborear mis frutos)
Y es que estábamos hablando de suerte y yo de eso considero que tengo mucha, buenas cartas, buenos giros del destino y muy buenos compañeros de viaje a mi alrededor ; y es que cuando amigos te declaran que todo es cuestión de constancia y ganas y que a mí de eso no me falta y que el mundo necesita personas como yo (refiriéndose a la pasión que pongo cuando quiero algo) y cuando le doy las gracias por los ánimos me responde que la energía que irradio es mía, y que no cambie (a pesar de necesitar tardes de debilidad mental para llorar un mar), no me queda otra que brindar por mis anhelos, e invitar a los que me quieren de verdad a brindar conmigo, porque como leí hace poco en algún sitio …
Brindemos por las locas, por las inadaptadas, por las rebeldes, por las alborotadoras, por las que no encajan, por las que ven las cosas de una manera diferente.
Por a las que no les gustan las reglas y no respetan el statu-quo.
Con las que puedes no estar de acuerdo con ellas, puedes glorificarlas o vilipendiarlas.
Pero lo que no puedes hacer es ignorarlas.
Porque cambian las cosas y empujan adelante la raza humana.
Mientras algunos las vean como locas, nosotras las vemos como genios.
Porque las mujeres que se creen tan locas como para pensar que pueden cambiar el mundo son las que lo hacen.
En mi caso sólo aspiro conseguir cambiarme a mi misma y tengo muy claro de las que quiero ser. Quiero ser de las de…
¿Vamos al cine? ¡Vamos!
¿Vamos a bailar? ¡Vamos!
¿Vamos a  escalar al rocódromo? ¿A una exposición de fotos? ¿A ayudar a alguien? ¿A acurrucarnos en el sofá? ¿A aprender algo nuevo? ¿A conseguir un sueño?... ¡Vamos!
¿Vamos? ¡Vamos!

Yo tengo claro que voy. ¿Os venís?