jueves, 27 de diciembre de 2018

Lista, libre y mirando afuera.

Dime si la vida te saca a bailar, dime si la vida te saca de quicio….
Dime cómo se supone que debería sentirme ahora que me han encontrado mis 40; Podéis constatar que mi columna sobre este cumpleaños llega 2 meses tarde; estaba intentando escurrir el bulto y ver si me levantaba otra vez con 20 pero no ha habido modo, me llegó el turno , no hay más. Y debo decir que tras la depresión  inicial y que a pesar que cuando vi al camarero acercarse con un 40 en el pastel por un instante fugaz pensé, fíjate quien es la desgraciada que cumple 40 y resultaba que era yo; días después mi compañera Paz me hizo caer en la cuenta que la única desgraciada es la que no los cumple. Y qué razón tiene con esa afirmación, así que debo reconocer que me siento muy agradecida por cumplirlos y doy gracias, sin duda, a todos estos 40 años y a lo que me ha tocado vivir en ellos.
Los festejos estuvieron inmejorables, comí con mis padres en un sitio precioso, mi marido me preparó una fiesta sorpresa en mediano comité con mis amigos más cercanos, tuve comida familiar con mis suegros y cuñados, tuve cena y juerga de sábado noche-amanecer  con algunas amigas, mis hijos me regalaron unos preciosos dibujos y tuve un regalo muy especial para mí que nunca  hubiera esperado (ha desbancado a los patines de hielo o sea que imaginad), que fue la publicación en papel de precisamente este blog que escribo, con una elección de titulo, foto de portada y dedicatoria que ni yo misma, que lo he parido, hubiera podido hacer mejor. Así que gracias, gracias y gracias porque aparte de todo esto que obviamente fue genial, el verdadero regalo de mis 40 fueron todas las personas que forman parte de mis días, que sois sin duda lo mejor  de estar en esta disparatada aventura que se llama vida.
Así que socialmente me va genial, de aspecto físico  con mis pajarracas de siempre reagudizadas con una sensación fatalítica de no encontrar mi propio estilo en lo que a moda se refiere y ¿por dentro? ¿Cambiaran  mis ralladuras mentales ahora que soy una mujer madura? A largo plazo no puedo ni imaginármelo ,porque reconozco que soy más impredecible que una veleta en medio de un huracán, estudiemos pues mis sensaciones inmediatas…
Cuando era adolescente mi amiga Irene siempre decía : “el tiempo pasa, huye de nuestras manos y sin darnos cuenta nos hacemos mayores. Algún día deberás elegir entre celda o libertad, aquello que has sido siempre o todo lo que te queda por descubrir”.
Yo sin duda siempre elegía y siempre elegiré la libertad y todo lo nuevo que me quede por descubrir porque el sentimiento de curiosidad me es innato pero ahora, a mis 40, reconozco y aunque me sorprende estar diciendo esto, debo decir que tampoco quiero dejar de ser lo que he sido siempre. Y a pesar de que cada día me levanto con la intención de querer ser distinta y con la sensación de no ser quien quiero ser, si me paro en seco y consigo frenar las revoluciones de mi cerebro, me doy cuenta que soy y tengo todo lo que necesito.
Este último año se me ha pasado más rápido que cualquier otro en mi vida, siento como si fuera ayer mi carta a la cristina de 10 años cuando cumplí los 39 y de repente como en las pelis me he despertado esta mañana con un año más.
¿Y sabéis que? que igual que el año anterior y que el anterior  del anterior, incluso me atrevo a profetizar que igual que el siguiente y al otro, no he llegado ni lo fantástica que hubiera querido, ni lo glamurosa, ni lo lista, ni lo constante, ni lo autosuficiente ni nada de nada de lo que llevo repitiendo demasiadas veces ya. Pero lo importante es que he llegado y lo he hecho siendo consciente, no de las cosas nuevas que no quiero perderme en la vida (que también), sino de las cosas vintage (que no viejas) que precisamente no quiero dejar de tener en ella.  Así que no va a ser un cumple de años nuevos, década nueva, vida nueva. No quiero una vida nueva. Quiero, simplemente mantener mi vida de siempre; con más risas, más curiosidad, más experiencias al fin y al cabo, pero también más conocimiento, más valentía y por supuesto más agradecimiento por todo lo que tengo y he tenido siempre (y obviamente no me refiero a bienes materiales). Quiero tener más de esto y de infinitas sensaciones que ya todos los que me habréis felicitado conocéis porque lleváis 40 años oyéndomelo decir. Y menos, pues de lo típico, de malos rollos, broncas, y todas estas cosas que diría cualquiera. Pero si pudiera pedir desde la sinceridad más absoluta y con la inmensa sabiduría que me han otorgado mis 4 décadas de  primaveras, creo que de lo único que necesito menos de verdad, son de EXPECTATIVAS, que en definitiva son las que me hacen estar crónicamente insatisfecha. Y es que todo el mundo sabe que llegados a mi edad una debe tener un estilo propio y fabuloso, debe saber que quiere ser de mayor y haberse hecho experta en ello, debe aceptarse a sí misma como es y olvidarse de cómo le gustaría ser si fuera la protagonista de su propia película. Más aceptar, más asimilar y menos tornados y montañas rusas. Ya sabéis, más de lo mismo en mi pero quizás a menos revoluciones. Y ya estoy viendo que esto va de mal en peor, pidiendo menos revoluciones, no me extrañaría que mañana dijera ….pues yo prefiero salir al mediodía a tomar unos vinitos con la calma en lugar de salir a bailar y ahí ya, adiós, muerte por vejez infinita.
Pero claro, oigan señores es que a mí también me apetecen los vinitos al mediodía así que ¿por qué prescindir de ellos?...y es que empiezo a estar un poco cansada de mi eterna disertación entre elegir zona de confort vs aventura. ¿Son en efecto esos dos caminos tan  obligatoriamente excluyentes el uno del otro? Encontré hace poco una breve reseña que exponía…las cebras, ¿son blancas con rallas negras o son negras con rallas blancas?; basándonos en este razonamiento podría decir de mi misma ¿soy una buena persona que hace cosas mal hechas o soy una mala persona que hace cosas bien hechas? ¿Soy feliz con momentos tristes o triste con momentos felices? ¿Soy calma con instantes de locura o soy loca con instantes de paz? De ahí entiendo que no soy ni una cosa ni otra, sino que las partes hacen un todo y entonces pienso que yo que tanto odio el termino mediocridad y resulta que va a ser  ahí justamente donde tal vez resida la verdadera sabiduría, en aceptarse siendo mediocre, en no necesitar ser un crack de nada y enfatizo la palabra aceptar o asimilar como sinónimo de asumir, recalcando que no es para nada lo mismo que resignarse;
Es decir, este verano les regalamos a nuestros hijos por sus cumpleaños un viaje para ir los 4 a hacer surf a la playa Salvaje de Sopelana, o en mi caso, debo reconocer a intentar no morir en el intento. Pues bien, las sensaciones fueron fantásticas. Cabalgar ,lo que se dice cabalgar las olas, no fue, pero si fue sentir la velocidad tumbada en la tabla, notar la sal, el viento, el placer infinito de una libertad absoluta al sentirme empujada por la marea. Vi a aquellos surfistas expertos, los oí hablar, relacionarse y al volver a casa me empapé de “Le llaman Bodhy”, de la Surfhouse de la Barceloneta y de abundantes Surfinfluencers de instagram y constaté claramente que ni a mí ni a mi familia nos va la inmersión total en algo. No tenemos ganas, voluntad o constancia para salir cada fin de semana en busca de las mejores olas o de controlar la meteo para organizarnos la vida y el ocio en función de ella. No nos va. En contraposición soy más de pica flores, un día un poco de surf y al siguiente un poco de sofá, al otro tal vez algo de cine y al siguiente un tanto de pastelitos caseros. Dibujar, patinar, bailar salsa, aprender idiomas, editar videos, hacer álbumes, escribir, mil cosas a la vez. Pero no he encontrado nada que me guste o me apasione tanto en esta vida como para dedicarme a eso en cuerpo y alma en cuestión de ocio, por lo que obviamente con esta actitud mi versión estilo supercrack de lo que sea queda descartada. Y lo cierto es que llevo clasificando esta actitud como negativa durante 40 años pero tal vez  esa actitud sea la habitual en el 95% de las personas humanas aunque yo me ofusque en ver sólo al fantástico 5% restante. Y es que seguramente lo que yo siento como ser especial tal vez no lo sea y no estoy destinada a sentirme (que no a serlo) experta o especial en algo. Como aquella vez por ejemplo que andaba yo misma preguntándome en voz alta qué habría sido yo en alguna vida anterior….; mi marido que me oyó la pregunta contestó a la par que yo, los dos al mismo tiempo, los dos con la misma entonación…la diferencia es que yo me preguntaba si habría sido el descubridor de la Antártida y él se preguntó si yo habría sido una ladilla. Tras mi cabreo inicial, nuestras risas posteriores  y mi siguiente piensa lo que quieras porqué tal vez SI fui el descubridor de la Antártida, me quedé pensando que seguramente tenía razón él. Lo normal  es ser ladilla por lo que sabed pues que por estadística os toca en ese cupo de 95% de normalidad, así que: Hola compañeros ladillas. A John Rymill y su descubrimiento les toca el otro 5% de fantásticos. Si alguno habéis caído en este 5%, hola también amigos fantásticos!
Así que en resumen, todo este rollo es para hacerme entender a mi misma que no hace falta ser súper crack, ni dar la vida por  conseguir una perfección innecesaria. Así que menos disertar, menos querer ser y más simplemente ser, ni mediocre, ni crack, ni blanca con topos negros ni al revés porque sólo con tener topos ya me va a valer. Así que virgencita, virgencita que me quede como estoy y de antojo extra para inaugurar estos 40 sólo deseo, como dice la canción: tener  suerte y que a la mañana siguiente, el espejo  me devuelve el reflejo de una tía valiente y convencerme que no miente. O sea que para afuera telarañas que con eso y algún apaño mental más creo que me va  gustar esto de tener 40 porque es de sobras ya conocido que a día de hoy con 4 décadas eres cuarentañera  y para nada cuarentona.
Leí una vez que la niñez es un estado de consciencia que termina el día en que un muro es percibido como un obstáculo y no como una oportunidad y no sé si es que la vida pasa tan deprisa que a veces el alma no tiene tiempo de envejecer o es que quiero aferrarme a mi personal síndrome de Peter Pan pero yo no me resigno a dejar de ponerle a la vida la misma cara que un niño en una tienda de chuches (aunque ya he aprendido que no puedo comérmelas todas). Por todo esto y más estoy segura que siempre la vida me seguirá sacando a bailar.
Así que aquí estoy: Lista, libre y mirando afuera…!a volar otros 40!