No puedo soportar una
vida de encefalograma plano, necesito emoción, vehemencia. Necesito pasión,
vuelcos de corazón y tsunamis en el estomago. Es por eso que soy muy fan de las
películas de cine, me definiría, entonces, como…. peliculera (que como dice mi padre, no
significa tener pelos en el culo)
El tema de ver muchas
películas es que después mi imaginación va a mil y todo lo relaciono con el
cine. Vivo en una especie de circulo vicioso en el que interrelaciono
cine-música-comida-olores y que se yo qué más y no puedo evitar otorgar a
situaciones cotidianas, finales de película.
Creer que, en aquella
ocasión en la que nos fuimos de camping a la sierra de Cuenca y tuvimos que dormir
en el coche con la calefacción puesta, se podría generar un suicidio colectivo
y por más que mi marido me aseguró que para que pasara eso había que poner el tubo
de escape dentro de la cabina del coche y cerrar las ventanas a mi me dio tan
mala espina que desestimé la calefacción y opté por el calor corporal que
resulta menos peligroso; o tal vez no…)
Imaginar la historia de
aquella pareja de ancianos que vinieron los dos a sacarse sangre para una analítica.
Cada uno se sentó en un box. El señor llevaba tatuada en el brazo una preciosa
pin up con el nombre de Sheila. Inmediatamente eché un ojo a la petición de
analítica de su esposa para descubrir que se llamaba Mª del Pilar. Uy,uy,uy,
qué historión se formuló de repente en mi mente! Obviamente él de joven debía ser marino, de
los de puerto en puerto, y en uno de sus viajes conoció a Sheila. Fue cuando
estuvo destinado a Pearl Harbor y fue un amor apasionado y desgarrador porque
ella estaba casada y él tuvo que partir hacia su siguiente destino. Su última
noche juntos, viendo ponerse el sol desde la Bahía de Hanauma, poco después de
hacerse el tatuaje, se juraron amor eterno entre besos y lágrimas. ¿Qué creéis
que se tarda en hacer una extracción de sangre? ¿2- 3 minutos? Cómo hubiera
deseado tener que llenar algún tubo más para continuar con mi historia, y qué
preciosidad de historia!, cómo me miraba el señor cuando al salir le susurré al
oído…tranquilo, seguro que Sheila te sigue queriendo….:)
Rediseñar mi tranquila ruta de trekking por el perito
Moreno y convertirla en una caída a través de una inmensa grieta, caer mal y
que mi compañero tenga que colocarme un dedo de la mano fracturado, perder el
piolet, escondernos en una cueva natural para pasar la noche mientras esperamos
a los equipos de rescate que llegan en helicóptero y tener el complicado dilema
de decidir si al final de la historia el amor nace con mi compi de glaciar que
es tipo Chris O’donell en Limite vertical o con el rescatador del GRAE / HEMS que
me coge en brazos y me sube al helicóptero que es tipo Tom Cruise en Top Gun
…:)
Sumergirme de pronto,
mientras voy de paquete en la BMW en la freaky y ochentera película de motos de
Vanilla Ice, “Frio como el hielo” y imaginar pararme en un polígono y charlar
subida en la moto mientras él acaricia mi pelo y al sentir un bache bajo mis
pies, que hace que reaccione de mi letargo me adentro entonces en Long Way
Round con mi Ewan McGregor y me veo recorriendo, está vez conduciendo yo
obviamente, las antiguas carreteras rusas llena de barro, con frio y hambre.
Llegamos a nuestro refugio, siempre con chimenea y me tranformo en ella, siempre ella. La
baronesa Blixen de memorias de África y
relato un bello cuento mientras tomamos una taza de caldo caliente junto al
fuego. A la mañana siguiente de vuelta a la ruta me sorprende una concentración
de globos aerostáticos sobrevolando nuestras cabezas y miro hacia arriba y no
puedo hacer más que sonreír, maravillada ante tal preciosidad de arco iris
volantes y abro mis brazos y me siento libre y respiro.
Misma libertad que cuando
intento hacer surf con mi familia y no consigo más que semilevantarme en la
tabla una o dos veces, pero a pesar de ello, noto la velocidad con la que me
arrastra la marea y un sentimiento de felicidad me invade, al constatar la
inmensidad del océano en contraposición con mi insignificancia que consigue
abrumarme y a la vez bendecirme por ello. Y veo a los surfistas y me meto de
lleno en “le llaman Bodhy” y me imagino en su mundo y no os podéis imaginar
cómo disfruto de pertenecer a él aunque sea durante los 5 minutos que tarda la
ola en hacerme salir de mi historia para devolverme a la realidad.
Y no necesito más porque
en esos minutos me siento plenamente feliz y vuelvo a creer en los cuentos de
hadas y como en el cine, siento que todo es posible. Algunos piensan que eso es
una actitud infantil y que me perjudica en mí día a día, yo, no me lo planteo,
sólo lo disfruto y aunque sea sólo por unos instantes y sepa que esas
sensaciones tienen fecha de caducidad, os diré como dijo Frida: no me hagas caso,
soy de otro planeta. Todavía veo horizontes donde tú sólo dibujas límites.
Así que dejadme ver
horizontes, dejadme imaginar, dejadme recrear escenas de películas, porqué
durante esos espacios de tiempo la magia del cine me hace pensar que todo es
posible y eso amigos, es un sentimiento extraño y maravilloso que vale la pena
custodiar.