Hace poco un buen amigo, Kiko, me contó que Laia, una de sus hijas, a menudo le dice : - “ papa, Chill; sobre la marcha”; que vendría a ser lo mismo que “relaja la raja “ que dirían en mi pueblo pero con un poco más de glamour.
A raíz de eso, llevo pensando un tiempo, ¿y si resulta que el modo de ver la vida de esta muchachita de 17 años es la solución?
He buscado el significado exacto de chill y literalmente es enfriarse y teóricamente proviene de los años 80 de las fiestas ibicencas donde había una pista con música relajante y suave para enfriarse y calmarse de las otras pistas de baile donde se supone el ritmo era más frenético. De ahí, el término chill out, relajarse.
Hacerlo todo más fácil y dejar que lo que tenga que ser fluya. Recuerdo haber hablado en anteriores ocasiones de aquello de dejarse mecer por la brisa y ser como el bambú, aquello de aquel libro de “a donde el corazón te lleve” y en el fondo ciertamente eso es lo que hago, me dejo llevar por mis emociones. Lo que pasa es que estas son tan vehementes que más que mecerme por la brisa, me dejo arrollar como una veleta en un vendaval. Pero si yo aprendo a dejarme fluir en calma… la vida, las emociones, las circunstancias y a través de todo eso, que emane también el camino a seguir.
En medio de estos pensamientos, me llamó un amigo del pueblo para consultarme sobre una herida que se había hecho su hijo, un tio mio me ha confirmado que aquella lesión en la piel que le vi y le aconsejé encarecidamente que fuera valorada por un dermatólogo ha sido finalmente maligna y se la han extirpado y el otro día me encontré a un antiguo paciente mientras mi marido se compraba ropa y me preguntó por mi ausencia laboral, al explicarle mis motivos me dijo que mi profesión no podía permitirse perder una enfermera que recibiera a los pacientes con una sonrisa como yo solía hacerlo, justo el 12 de mayo,precisamente día de la enfermera.
El 12 de mayo, siendo que a pesar de haber estado pasando por la mayor crisis existencial de mi vida laboral, cuando me felicitaron por mi santo laboral, una sonrisa me nació de dentro, una sonrisa silenciosa y tenue pero también sincera y profunda y me sentí orgullosa, por primera vez en mucho tiempo de ser enfermera.
Después me he permitido recordar como el otro día empecé a fantasear espontáneamente como revertiría un paro cardiaco y si cogería la vía por aquí o por allá y como me sentí emocionada y nerviosa a la vez al imaginarlo.
Hace un tiempo, en relación al suicidio de Verónica Forqué, leí en un articulo la siguiente reflexión : “vivimos en una sociedad caníbal, necesitada de canalizar sus frustraciones, ansiosa de despellejar a alguien a diario, con una ausencia de escrúpulos preocupante. Y así es, y no hay modo de cambiarlo ¿vamos a seguir teniendo la necesidad de buscar diariamente culpables de lo que nos pasa?”
Qué gran verdad siento en esas palabras, estoy totalmente de acuerdo con el concepto de sociedad caníbal, que además me encanta porqué lo veo super gráfico y también me cuestiono, cómo hace el autor, Évole, sobre si vamos a estar siempre necesitando buscar culpables de todo lo que nos pase.
El 99% de mis motivos para coger la baja, según creía en ese momento, era lo mal que se estaba portando la sociedad con los sanitarios (y lo sigo afirmando en según qué circunstancias)
Pero después de 9 meses sin trabajar y replanteándome mi futuro durante cada segundo del día y de la noche, puedo decir con total seguridad que este tiempo me ha enseñado que: 1º- también hay muchas otras personas buenas por las que vale la pena sonreir y esforzarme y 2º- que no debo juzgar ni intentar cambiar a los otros, eso no está en mi poder porqué lo que hagan ellos con su vida y con su actitudes es cosa de ellos pero lo que sí puedo elegir es el modo en cómo yo encaro mi vida y cómo interactúo con esas personas.
Y ya lo decía Sócrates que el secreto del cambio es enfocar toda tu energía , no en la lucha contra lo viejo, sino en la construcción de lo nuevo, por tanto, he aprendido que juzgar a una persona no define quien es ella, define quien eres tu y cuando tú te dedicas no a regodearte en la destrucción existente sino en la construcción de todo lo que puedes mejorar te sientes bien y comienzas a ver como todo lo que te rodea también mejora. Como muestra os pondré una preocupación banal, no laboral pero muy mía y muy arraigada a mi. Llamé a mi amiga Laura que vive en Leioa para felicitarla por su santo y charlando, ella que me conoce, me preguntó como iba con mi peso. Y le contesté, pués Laura estoy como una albóndiga, pero la verdad es que estoy guapa y me siento bien. Por la noche mientras lo acostaba, se lo mencioné a mi hijo y le dije, para ti mejor croqueta, que ya se que las albóndigas no te gustan y me contestó: - Sí mama, eres una croqueta, pero una croqueta no de pollo, eres una croqueta rellena de amor.
No os imagináis la paz interior que me generó a mi el poderme aceptar estando no flaca (por no decir gorda que sinó mi psicóloga dice que me maltrato a mi misma verbalmente) y sentirme más bien que mal.
Por eso, me pregunto si tal vez mi vocación, al igual que todas mis demás pajarracas, sólo necesitaba un descanso, un reseteo. No asentarse en lo malo sino construir lo bueno.
Quizás mi alma necesitaba hacer las paces con el mundo y yo misma obviamente, necesitaba aprender a gestionarme emocionalmente de un modo distinto.
Desde esta nueva perspectiva me siento un poco avergonzada de mis decisiones absolutistas, aquellas en las que me rasgo las vestiduras y afirmo tajantemente que no quiero más de esto o de aquello y que nunca más quiero sentirme esclava de eso o lo de más allá. Y se me llena la boca con términos extremistas como “nunca o siempre”, aunque eso no me resulte nuevo porque ya sabéis que siempre he sido de extremos. ¿Y veis? la palabra “siempre”. Ya lo hice de nuevo. :)
A mi favor voy a declarar que yo como ser, esencialmente pasional, llevo en mi ADN ese modo de verbalizar y por ende, decido del mismo modo también.
Por otro lado, mi última visita con Francina, mi psicóloga fue especialmente reveladora. Me contó que una de las máximas de la psicología según Carl Jung dice : “ lo que aceptas se transforma , lo que reprimes se refuerza” y yo, super orgullosa de mi misma le digo que ya aprendí a aceptarme y que justamente el “Samsara” que llevo tatuado significa aceptar mis sombras, mi parte oscura, que obviamente es contra la que lucho cada día para que desaparezca (y me autoadjudico un mini punto por ser una alumna tan aplicada),...y he ahí la gran revelación.
No,Cristina, bonita, el problema es que estás asumiendo que todas esas partes oscuras tuyas son malas y deben ser reprimidas y por tanto, todavía las estás reforzando más y más. Es decir el negro, como metafora, es un color igual de digno, puro y bueno como lo puede ser el amarillo. Nada de partes oscuras turbulentas ni ocho cuartos, son partes de mi misma y como tal debo aprender a abrazarlas y sólo de ese modo podré florecer como mi verdadero ser. Sinó voy siempre como coja, en plan mi parte derecha la uso porqué es bonita y bien, mi parte izquierda es más turbia por lo que no la puedo usar y voy funcionando por la vida como una hemipléjica mental crónica.
¿Y es que os habéis fijado alguna vez que de cosas aparentemente más feas o sin tanta pureza, salen cosas bonitas? No sé, las llamadas malas hierbas como la podagraria o la hierba gallinera por ejemplo, me consta que tienen flores preciosas si las dejas florecer.
Algo así como un error convertido en acierto (y lo que me gusta a mi este concepto). Hablando de este tema mi hijo Jon me dió hace un tiempo una gran lección de vida (como tantas otras que cada día me dan mis hijos); Estábamos en Cuenca, lugar de nacimiento de mi padre, paseando por el puente de San Pablo que está repleto de candados cerrados a modo de ofrenda ceremoniosa. Jon me preguntó qué pasaría si cogieramos uno y yo le dije que no, que aquello eran ofrendas de alguien y no se debían tocar y como siempre para añadir un poco más de emoción a la história proseguí : - ¿Te imaginas que en estos candados están encerradas las almas de personas malas y al abrirlo las liberamos? ; a lo que él me contestó : ¿o te imaginas que lo que hay són almas buenas y liberándolas las estamos ayudando? Y me encantó que la perspectiva desde la que ve la vida, sea desde la bondad. Me decidí entonces a investigar sobre el significado del bien y el mal en relación a la esencia del ser humano y encontré una definición que me motivó : ¿qué es bueno y malo en la naturaleza humana ? La solución establece que lo bueno será lo congruente con esa naturaleza y lo malo, lo incongruente. Qué simple en el fondo…lo bueno va a ser cualquier cosa que sea coherente conmigo misma y punto.
Sé que tiendo a pensar en exceso y a menudo mis disertaciones se convierten en una tormenta de ideas sin ninguna línea argumental lógica aparente, pero de estas disertaciones suelo sacar yo después resoluciones que a mi me sirven y en estos días he concluido 2 importantes estudios : el de la zanahoria y el de nadar con gafas.
Empecemos por la zanahoria:
¿Vosotros por donde empezáis a comer la zanahoria? Yo por la parte fina. Y me di cuenta que cuando llegaba a la parte más gruesa del final, no me parecía tan dulce el sabor y como a mi me gusta dejarme lo bueno para el final, pensé en empezar a comerla por la parte gruesa para que me quedará como último sabor, la dulzura de la parte fina.
Mi sorpresa fue que al primer mordisco noté el sabor dulce y al último volví a no sentirlo a pesar de haberle dado la vuelta. Ayer, antes de publicar la columna se lo conté a mi cuadrilla de amigos y hubo risas para todo, desde el doble sentido de comerse la zanahoria (que no lo hay, lo juro) hasta nuevas aportaciones que, como mi amiga Belén, asegura que debo comerme primero la parte externa porque lo dulce está en el palito de enmedio.
¿Y que he podido yo sacar en claro de este experimento sin sentido? Pues que no es cuestión de cambiar de dirección, sinó es cuestión de bocados de novedad. La dulzura, los buenos sabores me los aporta la novedad y cuando algo lo tengo ya muy masticado pierde su sabor y como buena Sagitario, que se lleva bien con las rutinas pero jamás con la monotonía he aprendido que lo que necesito es meter bocados de novedad de vez en cuando en todo lo que haga a partir de ahora. Cuando confirme la versión de Belén, podré reafirmar también (porqué eso ya me lo imaginaba yo ;) que la dulzura, la belleza y la bondad se encuentran en el interior de las personas o cosas y que la fachada miente a menudo y no debemos tenerla tan en cuenta.
El segundo estudio me sirvió para medir la distancia de confort, es decir, a mi la inmensidad me aturulla. Cuando me puse unas gafas de bucear por primera vez y metí la cabeza en medio del mar me sobrevino una explosión de grandeza bajo mis ojos que me desbordó. La imagen era preciosa, fue en Menorca, aguas cristalinas, peces, una profundidad infinita, hasta pude ver buceadores debajo de mi. Precioso pero demasiado exuberante, sentí algo así como una agorafobia submarina. En la piscina, aunque parezca mentira, me pasa algo similar. Hoy he bajado a nadar, lo hago con la máscara tipo escafandra del Decathlon, y si miro todo el tiempo hacia el otro borde de la piscina donde tengo que llegar, me aturulla la grandeza, veo hasta como unos pequeños remolinos en el suelo en lo más profundo y me crea cierta ansiedad.
En la décima y última piscina (lo sé soy un poco lenta de reacción) he decidido mirar justo debajo de mi casi intentando centrarme en mi propia sombra en lugar de hacia adelante y la sensación ha sido muchísimo más placentera y totalmente distinta.
¿Qué he aprendido de esta clase magistral de perspectiva? Pues que no necesito mirar tan palante hacia el futuro, que no necesito tanto saber hacía donde voy, que puedo centrarme en mi futuro inmediato o todavía mejor, en mi presente. En la sombra que reflejo hoy, que la de mañana tal vez sea diferente.
Asi que...ahi voy yo, a sentirme bondadosa en todo mi ser, a dejarme florecer, a no avanzarme y a darme bocados de novedad y después de tanta introspección, autoanálisis y libros de gestión emocional, de intentar medir los niveles óptimos de todas las hormonas de mi cuerpo porque señores, yo la teoría me la sé de memoria, el estrés y los nervios generan cortisol, la gratitud, los abrazos y la generosidad generan oxitocina. Y en medio de tanta teoría y tantos valores de más y niveles de menos decido dejarme llevar y aplicar el Chill de Laia, sencillamente dejar mecer mi barca y que la marea me lleve un poco donde quiera. Y así empecé a hacerlo ayer literalmente,bajé a chapotear a la piscina y me puse a hacer el muerto, dejándome flotar. I cerré los ojos y me abandoné y los abrí después de unos minutos porqué sentí algo en mi mano,la brisa había posado una flor preciosa y brillante en ella y en ese momento me sentí como la Ofelia de Millais y sinceramente, dejando aparte que en ese cuadro está representada en su lecho de muerte, la escena me resultó de lo más poética.
Ya para terminar este relato de experimentos sin sentido os contaré que mi amigo Enrique, me dijo hace poco que mi mente es demasiado inquieta para vivir en una ciudad pequeña. Tremendo piropazo, me encantó esa definición sobre mí, la verdad. ¿Y sabéis qué? Qué tiene razón, que ya no estoy en edad de quedarme con las ganas y que hace tiempo leí que siempre debes intentar volver al lugar donde te sentiste más viva.
Ese lugar, amigos, es la vida entera. De ella voy a seguir mordisqueando todo aquello que siempre fui y nunca dejé, voy a hincar el diente a todo aquello que me queda por descubrir y voy a saborear sin duda, eso que por circunstancias dejé de querer durante un rato pero que por suerte, pude reencontrar su dulzura a tiempo.
Hoy estoy muy contenta, hoy vuelvo a trabajar, con mi equipo, mis jefes y mis pacientes. Por fin, vuelvo a casa.