Hace un año que se barajó en mi vida la posibilidad de ser bipolar, la cual cosa quedó descartada por el psiquiatra. De trastorno bipolar hay dos tipos que están en la esfera de lo patológico (el tipo 1 y tipo 2) y otros dos tipos que no están definidos como enfermedad (ciclotimia y personalidad hipertímica).
Esta última, la personalidad hipertímica soy yo casi en un 90%; dicen que la vida es eso que pasa mientras haces planes, en mi caso muy cierto; vivo en una ensoñación constante de planes futuros, aventuras imaginarias en mil y una vidas dentro de mi propia vida.
Vivo en una creación de dopamina constante, que lo sé no porque yo sea muy lista sinó porqué precisamente alguien mucho más preparado que yo, así me lo hizo comprender recientemente.
Tengo muchos problemas digestivos desde hace años; tantos que he aprendido a normalizar la situación aunque mi tripa, en los últimos meses, hubiera decidido que esa situación podía ser de todo menos normal. Después de ir a infinidad de médicos y de hacerme mil pruebas conocí la existencia de Xevi Verdaguer con su medicina integrativa y su psiconeuroinmunología y decidí pedir consulta en su clínica. Me visitó una terapeuta de su equipo y realizó una serie de modificaciones en mis hábitos de vida, teniendo como piedra angular los cambios en mi alimentación. El cambio ha sido abismal; el problema no está solucionado al 100% pero para apenas dos meses de tratamiento estoy más contenta que unas castañuelas (por descontado) de jota aragonesa.
Esta terapeuta, Martha, indagó un poco en mi salud emocional y me orientó hacia la posibilidad de ser dopamino-dependiente como os contaba antes, que es el rasgo principal de las personas con personalidad hipertímica.
Ya os expliqué en alguna columna anterior el gran efecto que producían últimamente las hormonas en mi cuerpo y justo ahora que ella me ha puesto más en la pista, todavía lo reconozco más.
Algunos libros y artículos después siento cada vez más que ha dado en el clavo y que lo que yo necesito (entre otras cosas) es dopamina en vena.
Soy adicta a las cosas dopaminérgicas, es decir, a las cosas que generan dopamina. Esas cosas son los dulces, las drogas, los halagos, un flirteo, el deporte y muchas más.
Fácil. Sólo tengo que engancharme a algo de eso, algo saludable a poder ser.
Como transcripción literal sacada de un libro sobre el tema, os contaré que las personas hipertímicas son alegres, entusiastas, divertidas, demasiado optimistas, muy confiadas, jactanciosas, llenas de energía y de planes, polifacéticas con amplios intereses, se involucran en exceso y son entrometidas, desinhibidas, asumen riesgos y no suelen dormir mucho. Muestran un entusiasmo excesivo por los nuevos rumbos de su vida, como las dietas, las parejas románticas, las oportunidades empresariales y la religión pero luego pierden enseguida el interés.
Acostumbran a conseguir muchas cosas pero puede ser difícil vivir con ellas. No presentan ningún síntoma patológico y disfrutan de cosas como una mayor motivación, la creatividad, una tendencia a tomar medidas audaces, así como otras características que reflejan niveles de actividad dopaminérgica por encima de la media. Obtienen las ventajas de personas bipolares sin padecer la enfermedad.
Ahora si, pasar la vida en el mundo abstracto, irreal y dopaminérgico de las posibilidades futuras tiene un precio y ese precio es la infelicidad. (cuidado Cris, que no era oro todo lo que relucía)
Los estudios científicos demuestran que la gente es menos feliz cuando su mente divaga. Da igual que actividad están haciendo, tanto si están descansando, trabajando, viendo televisión o socializando; se es más feliz si se presta atención a lo que haces. Los investigadores concluyen que la mente humana es una mente errante y una mente errante es una mente infeliz. Una verdadera pena, siendo lo mucho que me gusta a mi el concepto de errante.
He aquí (quizás) el quid de la cuestión, la posible causa de porqué sin motivo ni razón a menudo vivo inmersa en una mal humor crónico, siendo que, como he confesado en muchísimas ocasiones, tengo todo lo que necesito para ser feliz y no podría estar más agradecida al cosmos por la situación general de vida que me ha tocado.
A raíz de esto he decidido introducir unos cambios en mi vida, una de las cosas que quiero modificar de inmediato son los malos pensamientos en torno a que otras personas hacen cosas a mala voluntad. Es decir, como cuando se te acaban los folios de la impresora y te cabreas por lo desconsiderada que es tu compañera del turno anterior que no los ha cargado sin darte cuenta que, desde fuera, no se ve la cantidad de folios que quedan disponibles para imprimir. Podríamos extrapolarlo a las grapas que también se acaban, a alguien que se cuela en el supermercado o a una mala contestación de algún paciente.
Y así con cualquier cosilla sin importancia, que hace que mi día se vaya llenando de micro enfurruñamientos y tenga una sensación de infelicidad constante.
La parte buena de esto es que por suerte siempre hay algo, en medio de todas estas micro rabietas, que me da una sacudida y me pone los tornillos en su sitio. Normalmente suele ser el conocimiento de alguna desgracia que le ha pasado a alguien de mi entorno, ir al hospital de niños y ver a los peques que allí esperan a ser atendidos o ver el telediario (hoy sin ir más lejos ha sido la foto ganadora del World Press Photo de este año), pero muchas veces son cosas tan cotidianas como una canción. Así pasó que hace un tiempo, escuchando música tuve una revelación instantánea y decidí hacer lo que hiciera falta para estar de buen humor y convertirme en la persona que quiero ser realmente; y es que tengo una facilidad brutal para olvidarme de quién soy yo en esencia y a menudo me encuentro preguntándome a mi misma ¿qué ha sido de todo aquello de convertirme en una luciérnaga con luz propia, lo de bajarme la luna yo misma si la quiero, de mi Karen Blixen querida, de Triss Prior, Anna Fisher y todas esas mujeres potentes a las que tanto admiro?.
¿Dónde quedan todas estas intenciones de construcción de mi ser, una vez la dopamina se queda en mínimos?
Recordé también un comentario en mi blog: “ El cambio en los títulos de las últimas columnas es evidente, de Cordura ,Srta seny y Conforama a Divergente. ¿El próximo qué será? me alegro por el cambio y por el poder que conlleva”.
Subidón automático con las palabras ”el poder que conlleva”; Me gusta y dejo fluir esa emoción, me empapo de ese empoderamiento mientras tarareo cada vez con más fuerza los versos de aquella preciosa canción que ha marcado este punto de inflexión en mi interior.
“ Seràs aquella que vas voler ser
Seràs la tres voltes rebel
Seràs un puny alçat al vent
I tu, sols tu
Faràs vibrar cinc continents “
Preciosa canción de “el Diluvi”, que para mis amigos de habla castellana sonaría así como:
“ Serás aquella que quisiste ser,
Serás la tres veces rebelde,
Serás un puño alzado al viento,
y tú, sólo tú
Harás vibrar cinco continentes”.
La protagonista de esta canción no se pasa la vida enfurruñada, me juego el cuello.
En una peli hoy uno ha insultado a otro diciéndole que es un cojo avinagrado. Partiendo de la base que la cojera no es un insulto, me ha ofendido mucho el concepto de avinagrado y nadie quiere pasar su tiempo con alguien que se pasa el día avinagrada como una bufeta (como me dicen en casa).
¿Entonces por qué constantemente actúo como si tuviera el hipocampo secuestrado? Para los que no lo sepáis (yo no lo sabía y me dio a conocer el concepto el otro día mi jefe), un secuestro del hipocampo también conocido como secuestro amigdalar o emocional es un término usado para describir las respuestas súbitas, abrumadoras y desmedidas frente a estímulos reales, provocados por una percepción de amenaza emocional subjetivamente mucho más significativa.
Vamos, que se me acerca un gatito y yo veo un león, alguien me hace un comentario y yo lo que oigo es una provocación, me apuntan con un boli y yo veo cañones de guerra. Y no, me niego a pensar que yo sea desconfiada por naturaleza, más bien diría al revés.
Así que mi segunda modificación ha sido empezar a cambiar pequeñas conductas relacionadas con ser tolerante con las actitudes de los demás e intentar darles una magnitud acorde con la realidad. No sé si os ha pasado alguna vez que algo que hacen o dicen ciertas personas lo tomamos a malas y nos parece fatal.
Lo que estoy intentando hacer es poner esa misma actitud o esas palabras como si procedieran de personas a las que quiero, o por lo menos personas que no me caen mal y resulta, que no me parece tan fea la cosa en cuestión. He comprobado de este modo que en general, mi respuesta desmedida es por la persona y no por lo que haya hecho o dicho y eso es lo que quiero corregir.
Quiero ser más imparcial, más justa en las cosas que me molestan y en las qué no porque esto mismo que os cuento me está empezando a pasar con hipotéticas ofensas que siento incluso de miembros de mi familia; estoy segura que muchas veces si me lo explicara una amiga a la que se lo ha hecho alguien de su núcleo cercano hasta defendería a ese alguien y sacaría hierro al tema.
A lo que no he podido sacar hierro ha sido al mensaje de esta mañana; mi marido me ha escrito un whatsapp en el que me decía. “ Parece que tu vida está llegando al límite, ten cuidado” he pensado wowww esto es demasiado fuerte, tengo que promover el cambio enseguida. Millones de hipótesis han aparecido en mi mente, conjeturas sobre el bienestar, sobre la vida y la muerte, sobre mi familia, sobre el bien y el mal, Dios y los planetas, el universo, las mareas, los monjes del Himalaya, el cielo y el infierno y el cambio climático. Y blablablá, pero tanto blablablá que ni me he dado cuenta que en un nuevo whatsapp él especificaba: “ Maldito corrector, quería decir Visa, con s; No vida. Quizás habría que ampliar el crédito de la tarjeta; a ver si puedes hablar con el banco después”.
Cuando se lo he contado, sin verlo y a distancia,he oído como cabeceaba al ritmo de -” aixxx, esa cabecita loca que tienes, qué faena lleva” (ahora ponedlo con la palabra “faeníca” y entonación maña, que es como él me lo dice siempre)
Que seguramente él lo dice a modo de crítica y aunque yo lo tomo como un halago y me resulta hasta entrañable, la moraleja a todo esto debería ser algo así como que acepto que nunca seré una persona plana emocionalmente ni sencilla de llevar, que esa dificultad radica en parte en el alcance interior que causan las hormonas en mi y la onda expansiva que eso genera fuera de mi.
Admito que soy enfadica por naturaleza y reconozco que no me gusta.
Confieso que a menudo intento corregir mis idas y venidas mentales dando palos de ciego como pollo sin cabeza, pero de algo hay que morir señores, no puede una ser perfecta siendo tan imperfecta. El dicho de entenderás a las mujeres cuando entiendas porqué la pizza se hace redonda, se mete en una caja cuadrada y se corta en triángulos a mi me va como anillo al dedo. Yo poseo este tipo de discrepancias mentales y conductuales a priori pero es que cuando lo miras con perspectiva resulta fácil.
Se hace redonda porque el movimiento centrífugo es el mejor modo para conseguir una masa fina, se mete en una caja cuadrada porque seguro es más fácil y más barato moldear el cartón en esa forma y se corta en triángulos porque es la manera más lógica de partirla en trozos de igual tamaño. ¿Dónde está el problema?
El único problema que yo veo reside precisamente en la teoría de aquellos estudios que os he comentado antes sobre la infelicidad que causa el vivir en un auge de dopamina constante. Por suerte en este libro a parte de exponer el problema, marca un camino hacia las posibles soluciones, que son ejercitar la maestría y la creatividad. Moldear la madera, tejer, pintar, decorar, coser, cuidar el jardín, cocinar o hacer deporte son algunas de las actividades que plantea para conseguir que nuestro cerebro dopaminérgicamente (y maravillosamente añadiría yo) disperso se una con los neurotransmisores del aquí y ahora necesarios para realizar estas tareas manuales con el fin de obtener un equilibrio emocional duradero.
No aspiro a ser como todas esas mujeres a las que siempre halago, que cada una a su modo hicieron grandes hazañas.
Yo no quiero cambiar el mundo ni necesito hacer vibrar cinco continentes, ni dos ni uno, mi deseo de cumpleaños cada año es ser feliz y hacer felices a los que me rodean, pero indiscutiblemente el único modo de conseguirlo, pasa por sentirme primero feliz conmigo misma, en mi propio cuerpo, en mis zapatos, en mis pensamientos y actitudes.
Como conclusión a toda esta disertación sólo deciros: OLVIDAD todo lo que habéis leído hasta ahora. Me encantan los estudios científicos, sobre todo los que aportan datos sobre la conducta humana porque es un tema que me fascina, pero ¿sabéis qué? que paso de dopamina y hormonas, paso de escudarme en la química, en los porqués, en las causalidades y en quien o en qué recae la responsabilidad de lo que me pasa. La infelicidad no tiene libro de reclamaciones y la vida tampoco y yo ya estoy un poco harta de reclamar al viento cosas que me puedo solucionar yo misma, tal como hubieran hecho ellas, mis chicas.
Mi punto final a esta columna no podía haber coincidido en mejor fecha, ayer, casualmente fue Sant Jordi y en Cataluña se celebra la leyenda de cómo el caballero salvó a la princesa del dragón.
Me siento muy honrada de poder decir que la princesa que aquí escribe, señoras y señores, ha decidido salvarse sola.