Unos ricos melocotones de viña de las payesas del mercadillo de Palafrugell , un ramillete de flores frescas, una diminuta margarita adornando desenfadadamente mi pelo suelto y mi vestido vaporoso de tirante fino a conjunto con mis abarcas de color azul cielo. Un enorme capazo de paja colgando de mi hombro y el tarareo en mis labios del Shiny Happy People. Llego a mi bici y coloco el capazo en su cestito delantero y vuelvo a La Siesta a prepararme para una bonita mañana de playa. Qué felicidad, qué paz. El martes pasado visité a una paciente en su domicilio y encima de la mesa del comedor tenía un jarrón con flores frescas, la luz del sol entraba libre por sus ventanales iluminando toda la habitación. Esa claridad me inundó el alma y tuve de repente necesidad de revivir la sensación de cuando compraba melocotones en aquel mercadillo. Y pensé entonces ¿por qué demonios no cojo mi capazo de paja los sábados cuando me acerco al mercado a comprar y meto flores frescas en él? Y, ¿Sabéis? se perfectamente porqué no lo hago: porque tengo la maldita manía de etiquetar. Establezco tipos de situaciones y cuando relaciono una determinada situación con unas instrucciones de uso concretas luego no consigo desvincularlas ni meter elementos nuevos. El capazo, para el verano de Palafrugell, los vestidos bonitos para las ocasiones especiales, como no te conozco lo suficiente no puedo lanzarme a darte un abrazo y entre semana no posible quedar para una cerveza con amigos porque toca compra, orden, baños y cena. Hace poco mi amiga Neus me relató las andanzas de una compañera nuestra que según ella misma, sufría de libertad. ¿Qué mejor enfermedad en la vida que esa? Sufrir de libertad implica tanto y tan precioso que todo mi cuerpo reaccionó con una brutal sacudida. A Neus y a mí nos encantó ese concepto, nos emocionó. No hay celdas para una mente libre y yo, que en esta vida se poquito, de eso, os aseguro, quiero aprender más. Como dedicatoria al inicio de algo nuevo o de algo que se cierra, suelo escribir unas frases que me escribieron a mí hace años… "Algún día tendrás que escoger entre celda o libertad, aquello que siempre fuiste o todo lo que te queda por descubrir…" Sin duda esta frase es de aquellas que me calan hondo y en esta ocasión no me refiero a celdas físicas. Todos tenemos nuestras obligaciones, nuestra vida y no es fácil dejarlo todo e irse con toda la tropa a Costa Rica a vivir la pura vida (ya me gustaría claro), pero si sufro de libertad mental, nada se me resistirá. ¿Revivir mis mañanas veraniegas de capazo de paja en pleno invierno y con bufanda? ¿Y Por qué no? Sólo yo mando sobre eso. ¿Por qué no ser capaz de empaparme de libertad? Libertad para desetiquetar, poner y desponer ingredientes en situaciones donde nunca antes estuvieron, crear nuevas direcciones y evitar que se conviertan en rutinas, desterrar el hábito hace al monje. ¿Por qué no puedo vestir al monje de farales, darme un baño a media noche en lugar de dormir o decidir subir aunque la tradición diga bajar? Meter una rumba o una diapo explosiva de color en la sesión clínica del mes, escaparnos a la piscina entre semana, adornarme el pelo con una preciosa flor para ir al trabajo y permitirme no parar a comer hoy porque estoy enfrascada en un proyecto fantástico. Siendo entonces que tampoco tengo tantas ocasiones especiales en la vida, ¿para qué desaprovechar oportunidades fantásticas cotidianas para lucir lindísimos vestidos que de otro modo se quedarían apesadumbrados dentro de mi armario esperando el acontecimiento adecuado? Lo bonito, lo divertido, lo especial para cada día ¡que no sabemos lo que pasará mañana! Así que si me veis con un vestido de gala, en zapatillas de deporte y mi capazo con flores del hombro cantando como una loca, no os extrañe, no me he vuelto loca, me he vuelto feliz!
viernes, 31 de enero de 2014
El tiempo de la felicidad
jueves, 23 de enero de 2014
Espejito mágico
La otra noche de repente me surgió una idea en la cabeza que no me dejaba dormir así que, ni corta ni perezosa, codazo a mi marido en la cama y le pregunto: - "cariño, si un día me secuestran, me hacen cirugía estética y me convierten en hombre y vuelvo a ti al de un tiempo con un físico totalmente distinto, ¿serias capaz de reconocerme por como soy por dentro? Enseguida la etiquetó como pregunta trampa y no me respondió por lo que seguí pensando en ello. Esa fue una versión de las mil habidas y por haber de intercambio de cuerpos o alguna más profunda tipo me muero, me reencarno pero mantengo mi personalidad anterior, ya sabéis, el típico pensamiento habitual de posibles casos hipotéticos que pueden suceder en la vida de todos nosotros. Y yo seguía… Mis padres, mi marido, mis hijos, mis amigos ¿me reconocerían? A mí eso me da qué pensar bastante porque, ¿realmente tengo características tan únicas e intransferibles que me definen a mí y sólo a mí? Yo creo que soy muy fácil de conocer porque soy muy transparente pero a menudo me veo en los ojos de otras personas y me doy cuenta qué no conocen mi estilo para nada. Al menos el estilo que yo creo tener como propio. A raíz de eso, si yo me veo de un modo pero el resto del mundo me ve de otro, yo me pregunto, ¿cómo me ve la gente en realidad? Y quien me ve ¿ve realmente mi verdadero yo o percibe algo muy distinto? Había un programa en la televisión, "tu estilo a juicio", donde un jurado de desconocidos relataba qué primera impresión dan las personas sin conocerlas. Me asombraba al ver que la primera impresión que dan a veces las personas dista mucho de la actitud que tienen en su interior o de la visión que ellas creen que dan. A mí me pasa a menudo lo mismo, si yo os pregunto qué tipo de música hago pinta que me guste, normalmente me colocáis cantantes o grupos que ni fu ni fa. Soy comercial, nada profundo pero ni la mitad de ñoña que los grupos que me adjudican. Ídem con el cine. Igual con mis hobbies. Y más de lo mismo con la ropa, cuando voy de compras o me hacen algún regalo (que para mí son todos bienvenidisímos) me quedo patidifusa con el estilo que según los que me conocen es el mío. Y yo pienso, por Diosssss ¿así me ve la gente? No os ha pasado que os miráis al espejo y os veis de un modo y un minuto después os hacéis una foto y os veis completamente diferentes. Y, ¿cuál es vuestra verdadera imagen, el espejo o la foto? Estoy convencida que el espejo me devuelve lo que yo veo de mi y la foto el cómo me ven los demás, pero como la foto la miran mis ojos pues vuelta a empezar con la duda. Y si, es cierto que esto son tonterías, que el mundo está muy mal como para pasar un minuto pensando en estas sandeces pero como recuerdo haber dicho en alguna ocasión, a menudo disfruto de lo banal y no me avergüenza tomarme mis respiros de superficialidad. Mirándolo desde el ángulo contrario, mis primeras impresiones sobre los demás no suelen ser erróneas, aunque reconozco que en un par de ocasiones he juzgado mal a priori y luego a desembocado en algo muy bueno, gente que en principio no me despertaban interés pero de repente y para rizar más mi locura especificaré que después de haber soñado con ellos, les empecé a prestar atención. Lo que nunca me ha pasado es ver algo bueno y que tire a malo…cuando me entra por el ojo, me entra. Si me gusta, me gusta desde el principio. Tal vez suena prepotente o por azar pero cuando entro en un ambiente nuevo doy un vistazo rápido a la sala y pienso con qué personas (que percibo interesantes) quiero entablar relación. Por suerte si miro al pasado siempre he creado lazos con esas personas a las que señalé en su día, y además, lazos profundos y de mucho cariño. (No puedo evitar decir que me pasaba lo mismo al entrar en una discoteca, rápido vistazo a la sala y apuntar mentalmente; "NOTA: Al final de la noche, ese, me habrá sacado a bailar". Si lo conseguía o no, me lo quedo pa mi, tal vez os lo cuente en otra ocasión) Pero, ay si caes en la última hoja de la libretilla del fraile, como bien dice mi padre, mal lo tienes conmigo amigo. En esa hoja sólo hay personas que no se bien el motivo pero no me cuajan. Hasta ahora mi detector no me ha fallado y me atrevo a decir que con los años mi olfato ha mejorado incluso pero volvemos al juego en cuestión, de oca a oca,…. ¿qué debieron ver esas personas en su día en mi para querer acercarse? Si me vieron antipática o risueña, despreocupada o cabal, guapa o fea, accesible o distante, profesional o aficionada, arreglada o informal, joven o vieja, interesante o rollazo tal vez nunca lo sepa. Si me vieron mal no habremos llegado a nada por lo que qué más da lo que piensen; y si me vieron algo bueno y se convirtió en reciproco, seguro que a estas alturas ya debieron descubrir mi verdadero yo y sólo así sabrán si eligieron bien o no.
viernes, 17 de enero de 2014
Querido amigo Che...
Al inicio de esta columna me había confesado apolítica pero, Janot, mi compañero de trabajo, le ha echado un vistazo rápido y me ha indicado con vehemencia que no es cierto. Según wikipedia la política es una rama de la moral (vaya, ya empezamos…;)que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por hombres libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. En base a esto, (cert Janot) no soy apolítica. Me confieso entonces, despreocupada y desinteresada por la política desde que tengo uso de razón (que no hace tanto). Nunca me interesó el tema, de pequeña porque no me servía para nada y ahora porque no consigo encontrar una sola idea honrada en todo este circo que me convenza. Ser político no ha de ser nada fácil, lo reconozco, y yo soy la menos indicada para hacer críticas dado que a menudo no consigo gobernar ni mi casa, mucho menos lo conseguiría con una sociedad entera, pero tengo ciertas ideas respecto a ciertas cosas a pesar de que siempre me ha dado mucha vergüenza hablar del tema porque no me siento erudita en este. No tengo ni pajolera idea, por lo que prefiero no hacer el ridículo. Es a raíz de toda esta mierda diaria que está haciendo insoportable creer en una luz al final del túnel que me he autoincentivado a reflexionar un poco sobre todo esto. A priori no estoy de acuerdo con ningún partido de forma absoluta, de hecho creo que está muy mal gestionado el tema de las votaciones. Siempre he estado en contra de las campañas-propagandas electorales. Creo que un partido que basa su candidatura en cargarse la candidatura del otro es que tiene muy poco que ofrecer. Cuando sube uno al poder nos dedicamos a desacreditar al anterior, pero tranquilos en 4 u 8 años dará la vuelta a la tortilla y será lo mismo pero en dirección opuesta. Ping-pong; ping-pong y tiro porque me toca. Me gustaría mucho más que las campañas electorales se hicieran a ciegas. Se exponen las ideas y los proyectos pero sin dar el nombre del partido. Sería el único modo de elegir por ideales verdaderos y no por prejuicios, tradición o antiloquesea. Pero el tema principal sobre el que mi cabezota da vueltas es que no cabe duda que nos estamos dejando llevar a la autodestrucción y lo que es peor, nosotros, elecciones tras elecciones seguimos eligiendo a nuestros verdugos, colores diferentes de capucha pero verdugos al fin y al cabo. No se salva ni uno. Y ya os digo que yo de política no sé nada pero de lo que si se es de mirar a mi alrededor. Y me da mucha pena y rabia y mala leche y VERGÜENZA. Vergüenza de que mi niño y cientos de ellos tengan que compartir un pulsioximetro en un hospital porque no hay uno por persona…un ratito tú y otro ratito yo, Uy Uy espera que parece que te estás poniendo un poquito azul, ¿te cuesta respirar? Corre te paso el aparato a ver como saturas de oxigeno. Vergüenza de tener que explicarle al ancianito del 5ºB cuál de todas las pastillas que debe tomar es más posible que le evite la muerte porqué no tiene dinero para hacer el tratamiento completo. Vergüenza de que se haya preferido salvar a la banca en lugar de a las personas. Vergüenza de mantener a un senado inútil. Vergüenza de que justicia y política estén tan compinchadas y que la primera se haya vuelto ciega de verdad, sobre todo para no ver la gran farsa que nos tragamos cada día y no penarla como debiera. Vergüenza de no ver un futuro digno ni para la generación de mis padres (después de toda una vida trabajando) ni para la de mis hijos y vergüenza de mi propia generación por no hacer nada para remediarlo. Vergüenza de ver como se sigue gastando dinero público en organizar fiestas, reuniones o celebraciones que no sirven de nada ahora. Cuando el cuerpo humano sufre algún tipo de shock, inmediatamente reacciona protegiendo sus órganos vitales y de lo secundario pues ya nos encargaremos después. Todo se paraliza para sacar a flote el barco. Pienso que deberíamos ser capaces de prescindir de ciertos eventos culturales que son útiles y con buen y merecido propósito pero que en este momento no son órganos vitales. Lo que nos mantendrá con vida es la sanidad, la educación, los servicios sociales y una reforma laboral con pies y cabeza; El resto, ya volverá cuando pasen las vacas flacas. A mí me apasionan los inicios, las ideas de cambio, de renovación y por eso apelo al gran sentimiento de mejora que se vivió durante la transición (yo no, claro, pero sí mis padres y gente de mi alrededor). Las ganas de hacer algo nuevo, de cambiar un país, de avanzar con nuevas ideas, con una ilusión extrema, de empezar de cero con chaquetas de pana y puños en alto. !Que bello fue sufrir de libertad después de 36 años sin ella! Y ahora que somos teóricamente libres, ¿Qué hacemos?!seguimos pasando por el tubo con la cabeza bien agachadita no vaya a ser que nos caiga una colleja de más! Por ello debiéramos recordar aquel sentimiento porque con nuestra actitud actual vamos directos a avocarnos a un pozo que nos está quitando justamente eso que reclamábamos entonces. Hemos visto que con democracia extrema no estamos llegando a nada, alguien, en algún momento tendrá que decidir, alguien que nos haga volver a creer en el pueblo unido jamás será vencido, que nos de la fuerza que nos falta, el empuje, las ganas, el dar el puñetazo en la mesa, levantarnos de la silla y empezar por fin esta revolución que tanto anhelo ver. ¿Dónde está nuestro Che? ¿Donde están nuestras conciencias y nuestra sangre? , que debe ser de horchata, puesto que si no, no entiendo como no estamos todos en la calle apoyando al Gamonal y diciendo de una maldita vez basta ya. Y lo dicho, soy consciente que mi posición hoy escribiendo esto desde mi sofá tranquilamente en mi casa, es cómoda y cobarde. Me atrevo a decir que hasta infantil y utópica pero diré, humildemente y como promulgó antes que yo alguien mucho más culto, que defiendo a muerte mi derecho a pensar porqué incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar. Mientras nos decidimos o no, mientras rescatamos al futuro Che de sus quehaceres cotidianos, seguiré pidiéndole a mi padre que me cuente de nuevo aquellas historias sobre cuando las personas decidieron levantarse y luchar. Y mientras me lo cuenta seguiré emocionándome al pensar que tal vez un día nuestro Che nos encuentre todavía con fuerzas para ponernos en pie.
"Papá cuéntame otra vez ese cuento tan bonito de gendarmes y fascistas, y estudiantes con flequillo, y dulce guerrilla urbana en pantalones de campana, y canciones de los Rolling, y niñas en minifalda.
Papá cuéntame otra vez todo lo que os divertisteis estropeando la vejez a oxidados dictadores, y cómo cantaste Al Vent y ocupasteis la Sorbona en aquel mayo francés en los días de vino y rosas.
Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia, y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo, y como desde aquel día todo parece más feo.
Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada, al final de la partida no pudisteis hacer nada, y bajo los adoquines no había arena de playa. Fue muy dura la derrota: todo lo que se soñaba se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas, y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos ya no hay parias, pero tiene que llover aún sigue sucia la plaza.
Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis, que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París, sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual: las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.
Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad. Ahora mueren en Bosnia los que morían en Vietnam"
lunes, 13 de enero de 2014
Pata Negra
Un compañero de trabajo puso hace poco en su estado de Facebook la letra de una canción: "Todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda" y lo cierto es que esa frase me dio mucho qué pensar. Empecemos por lo menos problemático, o al menos, no tan polémico: engorda. Todo lo bueno engorda. Dieta de por vida, babear frente a una pastelería, sufrir para mantenerse en la 38 y nunca conseguir bajar de la 40. Un fastidio. No hay más que hablar. Con lo ilegal me manejo bastante bien, soy muy de cumplir las normas. No robo, soy cívica, no evado impuestos, reciclo….vamos, una ciudadana casi ejemplar, hasta aburrida diría yo. Es cuando llegamos a lo inmoral donde me surgen los problemas. Fijar la frontera entre moralidad e inmoralidad me provoca serios auto debates mentales. Si busco su significado en el diccionario, moralidad se define como el conocimiento de lo que el ser humano debe de hacer o evitar para conservar estabilidad social, pero también encuentro significados en el ámbito de la filosofía que dice que no posee moral el que habla de una forma y actúa de otra y si entramos en su estudio teológico se considera la moral como la determinación de lo que dicta lo malo y lo bueno. Y es que he intentado buscar ejemplos de inmoralidades en internet y de lo que he encontrado, yo definiría un buen número como injusticia, otro montón como delito punible (por lo que nos vamos al punto anterior con lo ilegal) y el resto es anticuado, prejuicioso y por tanto, a mi entender, obsoleto. El tema es ¿Quién define qué es o no es moral? ¿Nosotros mismos? ¿Nuestro círculo íntimo de amistades? ¿Nuestra familia? ¿La religión? ¿La sociedad en la que hemos decidido vivir? Y, ¿decidimos ser morales o inmorales o nos llevan a ello las circunstancias? ¿Es cierto entonces aquel refrán que tanto me repetía mi padre de adolescente "La ocasión hace al ladrón"? En el instituto tuve un profesor de filosofía que en una clase afirmó que siempre podemos decidir. Yo me indigné mucho y le rebatí que no siempre era posible; cuando los padres te prohibían algo yo era de las que cumplían, cuando no me dejaban entrar en una discoteca por no tener la edad, no intentaba colarme (bueno, quizás alguna vez), si había una señal de prohibido el paso, yo no pasaba (ya os he dicho que era tremendamente aburrida). Según mi modo de pensar, no podía decidir, tan sólo cumplir la orden. Ese profesor me explicó pacientemente que lo que yo estaba haciendo al no transgredir no era cumplir órdenes porque sí, sino que había decidido cumplir esa orden. Yo era absolutamente libre de atender a esa imposición o no. Si hacía caso y no me saltaba las reglas estaba actuando en desacuerdo con lo que me apetecía o sentía; si por el contrario decidía hacer lo que me venía en gana tenía que asumir las consecuencias de aquella decisión…, cualquier acto tendría su parte buena o su parte mala pero en verdad la que decidía era sólo yo. Esa lección me abrió un mundo tan grande de posibilidades infinitas, tantas como mi mente pudiera imaginar, tantas como mi moralidad o no quisieran permitir. Hace poco intentando aconsejar a una amiga me sorprendí diciéndole que lo inmoral en la vida es no ser feliz y anotaré un punto extra, no ser feliz y regodearse en esa infelicidad. Así que voy a ser aplicada y hoy decido que la moralidad la marca mi conciencia y que, lo verdaderamente inmoral es no vivir acorde con mis propios sentimientos y necesidades. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Tened por seguro, que yo no la lanzaré.
jueves, 9 de enero de 2014
Con B de Bueno
En un momento de crisis existencial hace unas semanas perdí por completo la fe en el ser humano, la gente no es buena, nace mala y con mucho esfuerzo nos hacemos más o menos pasables. Civismo, camaradería, empatía, solidaridad son conceptos abstractos que quedan muy bien en nuestro curriculum pero que en verdad son mentira. De un tiempo a esta parte llegué a pensar que ya nadie se preocupa por nadie, que el amor verdadero (excepto en casos materno-paternales) no existe. Me equivocaba. Recapitulando hace unas horas he visto que existe gente en el mundo con un corazón tan grande que no les cabe en el pecho y tengo la suerte que yo, estoy rodeada por muchos de ellos. Esas personas me transmiten un cariño tan grande que se me desborda el alma de pura gratitud. Ese cariño que transmiten es muy sutil a veces, no es sencillo de describir, es un palpito, ese sentimiento no lo definen los lazos familiares, ni la cercanía, es más bien como un "parece que te conozca de toda la vida" o mejor aún como un " parece que me conozcas de toda la vida" (y es que a mí , ciertamente, me gusta que me conozcan)siendo que a menudo las muestras provienen de gente con la que no he intimado mucho, es un mensaje en momentos de fragilidad mental, es saber leer entre líneas, intuir mi estado de ánimo o saber mirar más allá de los pixeles de una foto, es mandar una noche, un corazón a visitar a mi rubiales aun estando a muchos kilómetros o que el Gran Jefe de las motos venga a ver al mismo rubiales sin ni siquiera conocerlo. Son muestras de cariño que no esperan nada a cambio, que se dan sin querer recibir, se regalan; Pequeños detalles que hacen que el vaso no se colme hoy. Y es que tal vez la naturaleza humana no sea tan mala y es al revés (como siempre había creído), nacemos buenos, como un lienzo en blanco y con los años nos vamos malignizando. Y tal vez tampoco sea malignizarse sino más bien olvidar que la bondad y el buen rollo es el camino más fácil en verdad. Y no me refiero a un concepto típico católico de bondad, sino a la ingenuidad, no pensar mal de la gente, no juzgar, no meternos en lo que no nos incumbe (e incluso meternos lo justito en lo que sí nos incumbe), dejar salir el buen desparpajo y deshacernos de la mala leche que no nos aporta nada, mirar el mundo con ojos limpios fijándonos más en lo bonito de los sentimientos de la gente y menos en los dobles sentidos. Incluir el concepto de cadena de favores en nuestro vocabulario habitual, dejarnos llevar por el buen rollo y recibir a la gente con una sonrisa en la cara, seguros de que tienen un montón de cosas estupendísimas que aportar a nuestro día. A mí, me emanan estos sentimientos después de algunos de esos gestos que os comentaba antes, y sólo así, probando de esa medicina y convirtiéndola en una rueda de cariño y simpatía constante , mi microclima irá rulando a buen ritmo, ….y es que chicos, ahora lo sé, las buenas personas, SÍ existen.