lunes, 21 de diciembre de 2015

La teoria de la relatividad

Ayer me enfadé con mi marido, y no es que sea una novedad puesto que nos enfadamos con frecuencia. La novedad es que una cosa es enfadarse por un calentón de mala leche y otra es decepcionarse, sentirse mal y entristecerse.
En verdad no fue para tanto, una simple discusión sobre un tema de los niños, sin más importancia que la que le queramos dar pero mira por donde sus palabras ayer me pillaron floja.
Floja como cuando quieres esfumarte, como cuando quieres que el mundo te deje un ratito en paz y como cuando lo único que necesitas es un abrazo y mimitos a porrillo.
Y es que va a ser que mi marido no es de los de mimitos, ni de disculpas, ni de los de bajar del burro y yo otra que tal. Que de mimitos soy mucho pero cuando me sale la vena independiente os prometo que las carantoñas se las puede meter el mismísimo Brad Pitt por donde le quepan y si estoy enfadada soy fácil de darme la vuelta, con una horchata, un donut, un piropo salado o un achuchón me tienes desarmada pero cuando estoy decepcionada la cosa cambia. Soy más de las que pasada la discusión inicial ni hablan del tema. Me quedo sumida en mis pensamientos y lo único que quiero es sufrir una amnesia repentina e irreversible y precisamente si intentan revertir mi humor soy difícil.
Es tanto mi drama interno que yo que soy de las que nunca se van a dormir estando enfadada con alguien, en situaciones como esta, me acuesto a sabiendas de no haber hecho las paces y ni incluso envolviéndome entre mis dos peques, que me atiborran de besos, caricias y piropos tipo la mama lo sabe hacer todo, qué pelo más suave y mama “et vull molt”, consigo levantar mi ánimo y hasta mis sueños se alborotan más de lo habitual.
Entonces, tras unas horas de mecerme en mi desgracia, es cuando pongo en marcha mi plan B: relativizar.
Y pienso en aquella vez en que me llamó mi madre muy nerviosa diciéndome que me sentara porque había pasado algo muy gordo y yo me senté muerta de miedo empezando ya a llorar sin haber oído ni siquiera la noticia, esperándome lo peor del mundo y cuando me contó lo que había pasado resultó que era gordo pero no peor que lo que yo me había imaginado, con lo que el resultado fue de alivio.
O cuando aquella vez que estando en la peluquería entró una señora destrozada a contarle a la peluquera la gran pérdida que había sufrido y entre lágrimas y sollozos conseguí entender que un tornillo mal puesto había hecho caer la caldera y había llenado de agua el suelo de la cocina. Ahí sentí…, sentí  que yo era muy mala persona y sin pizca de empatía por pensar  que aquella mujer era una exagerada de la vida. Pero lo pensé y lo sigo pensando. Y si os permito pensar que yo, a menudo también soy una exagerada, porqué lo admito. Lo soy; pero os aviso, soy más macarra que exagerada así que tampoco os paséis ni un pelo con vuestras apreciaciones sobre mi carácter!
O como cuando Bridget Jones va a la cárcel y les cuenta a sus compañeras de celda que su novio es el peor del mundo porque no la llama, ni le manda flores, ni le dice cosas bonitas. Y yo en el cine aplaudiendo y vitoreando y gritando –“si señora, así se habla. No les pasaremos ni una a nuestros maridos insensibles!”
Y entonces es cuando la otra reclusa le dice que tiene razón y que su marido también se porta fatal con ella, cuando la droga, la maltrata y la obliga a prostituirse….
En este momento es cuando me veis a mi haciéndome pequeñita en la butaca pensando lo tonta que soy por tener un semi solete en casa y no darme cuenta!
Está claro, la clave es relativizar. Relativizando, lo peor se vuelve menos malo y obviamente lo menos malo se gestiona mejor. Y no es que piense que eso sea lo más adecuado porqué a mi parecer no deja de ser una mentira piadosa, un mecanismo de defensa para disfrazar las cosas y yo contrariamente a lo que pueda parecer por mis gustos carnavalescos, no soy de disfrazar las noticias ni los contratiempos, pero una teoría, la de relatividad, que hace que se transformen las cosas cuando cambiamos su punto de referencia, me asombra.
Así que me quedo con ella, con esta teoría fantástica que me hace más joven si me miro desde los ojos de un anciano, más flaca si me comparo con un Botticelli y más feliz si consigo mirar mis circunstancias desde otro punto de vista aprendiendo  así como dice Moix, que las coas no vienen con la importancia incorporada. Somos nosotros los que les damos mayor o menor importancia a esas cosas.
Esta noche entonces, cuando mi marido vuelva de su viaje en moto con sus amigos, sin haber hecho las paces por la discusión de ayer, más tarde de lo esperado, sin el regalo que le he pedido y con una experiencia que me hará morirme de envidia, tengo claro que debo hacer. Relativizar la situación y si acaso la próxima vez irme con él!


jueves, 3 de diciembre de 2015

Follando mentes

Días atrás descubrí por casualidad el concepto “follar la mente”…..y me encantó. Me cautivó al instante. Tal como lo leí el slogan decía algo así como: que te follen el cuerpo es fácil, lo verdaderamente difícil es encontrar a alguien que te folle la mente.
Y qué razón tiene ese concepto, me cautivó, me inspiró y me sentí comprendida por fin!
Yo quiero que me follen la mente y aunque estoy convencida que hay modos menos vulgares, más elegantes o más científicos para expresar esta teoría, os aseguro que ningún término nunca será más clarificador y literal que este!
El caso es que a mí me follan la mente cada día infinidad de detalles, sobre todo, una frase, una mirada, un gesto, un piropo bien hecho, una canción, unas letras, un poema, una foto o simplemente y a menudo mi propia película mental.
Yo me monto películas de casi todo lo que me rodea, sin ir más lejos hace muy poco fuimos de camping con nuestros peques y había un guía turístico monísimo tipo Chris O’Donnell en “Limite Vertical” y ni os cuento la velocidad de reacción de mis neuronas.
Montaña, tormenta, escaladores, mi piolet falla, él me socorre (ahí es cuando me surgen las dudas sobre si podrá sujetar  mi peso cayendo al vacío pero al final siempre me sujeta porque en mi peli yo soy súper flaca y él es súper fuerte) y seguimos con refugio, chimenea, alfombra y demás. Y voy metiendo escenas de películas a mi antojo. Empezamos con una ducha calentita para entrar en calor del estilo “El viaje más largo” y después una buena cena y pasamos a la alfombra frente a la chimenea y miradas y sonrisas y acercamiento…..y en ese momento o suelo quedarme dormida porque aprovecho para imaginar estas historias los pocos minutos que transcurren entre meterme en la cama y dormirme o, si estoy despierta ya me he cansado de la peliculita y cambio de tema a otras cosas. Y es que os juro que mis películas no pasan de ahí, siempre se quedan en los preliminares, en el acercamiento, en todo el halo de emoción que envuelve el previo porqué no necesito nada más.
La diversidad de mis fantasías suelen moverse entre el refugio de montaña, hasta ser la reina del mambo en patinaje sobre hielo o bailando salsa o en un arte marcial milenario. El rollo Lara Croft también me interesa, pasando a menudo  por historias de hospital remontando paradas cardiacas o viendo el aneurisma que ningún neurocirujano ha conseguido descubrir. A todas estas habituales les añado la de la motorista con Ewan McGregor al lado en el desierto con una trail que la voy alternando con la del  Jeep 4x4 descapotable con pantalón cargo, camiseta de espalda nadadora con pañuelo en el pelo en la selva.
Otra top ten sería la del momento recibir un paquete con una prenda de vestir dentro y un mensaje que ponga: vístete, te recojo en 30 minutos. Sin saber qué, ni cómo, ni dónde. Sólo esa prenda y saber que él quiere verte vestida con eso. Uaaauuuu eso también molaría, no me lo negareis (y es que tengo ciertas dudas respecto a que el atuendo con el que nosotras nos vemos guapas sea el mismo por el que se decantarían ellos. Una ayudita nos vendría de perlas. Para instruiros nada mejor que “La Cruda realidad” con Butler y Heigh).
Y bien, a raíz de todo esto, justamente el fin de semana pasado  hicimos una mini ruta en moto junto con  dos parejas de amigos; durante la cena las chicas nos lo hicimos venir bien para sacar el tema de las fantasías y de los gustos y disgustos  de una relación. Con todas nuestras armas intentamos descubrir el mecanismo de pensamiento de la mente masculina….qué les pone, qué les despone, y cuáles son sus anhelos escondidos. Nuestro esfuerzo resultó en vano, desistimos, no hay modo. Son simples y sé que no os gusta, hombres del mundo, que os etiquetemos así, pero no hay otra definición posible, o simples o mudos porqué allí ninguno soltó ni una palabra. Las preguntas fueron fáciles y banales…tetas o culos, guarronas o modositas, tipo de vestimenta preferida, fantasía  favorita… pero fue inútil. Ni con alcohol a litros nos dieron una de cal y partiendo de la base que el único que se dignó a responder  (aunque muy por encima y para cubrir el expediente) fue precisamente el abstemio del grupo, me da que pensar que nuestras armas son un verdadero desastre. Así que si nos ha fallado el alcohol y el jurarles que no son preguntas trampa, ya no se qué estrategia buscar para que abran sus mentes masculinas a nuestra curiosidad femenina.
Así que yo me pregunto ¿Qué hombre habrá en el mundo que sepa darme eso? Pues conozco un montón, Gerard Buttler, Brad Pitt, Ethan Hawke o Christian Bale. También podrían cumplir con el papel un bombero, un policía de la científica, un Cristian Grey o algún guapetón de uniforme o en vaqueros azules desgastados con una camiseta blanca de cuello redondo. (aceptamos también jersey de cuello alto).
Paradójicamente, después de mucho pensar en todos estos hombres perfectos he llegado a la conclusión que no son ellos los que me gustan, en verdad, los que me enamoran son los guionistas que han escrito esas escenas o los que les han dotado de esa actitud tan atractiva para mí. A esos quiero yo, a los guionistas que engendran en sus mentes esas magnificas historias de amor y aventura. Ellos son los que me follan la mente.
Si al final resulta que ese guionista es gordo, feo, calvo y sin dientes, casi mejor os olvidáis de lo dicho.
Me quedo con Gerard Butler.