
Hace poco hablábamos mi marido y yo sobre nuestras fantasías
sexuales, perdón, yo preguntaba y hablaba. Él no soltaba ni prenda. Pero en un
momento de inspiración algo farfulló sobre una chica imaginaria y tener sexo
con ella.
Para profundizar más en el tema le seguí preguntando… ¿y a
que se dedica ella?¿ Y que lleva puesto? ¿En qué escenario os encontráis? ¿Cómo
habéis llegado a ese lugar y con qué objetivo?...a lo que él me frenó en seco y
me espetó – “Para el carro, no hay nada de todo eso. Estamos ella, yo y el
sexo”. Pero….no puede ser, ¿te imaginas una habitación vacía en blanco y sexo?
No consigo entenderlo. Lo siento. No me hago a la idea. Tal vez sea una opción
muy práctica teniendo en cuenta que mis fantasías nunca llegan ni siquiera al
primer beso puesto que me recreo tanto en qué ropa llevo puesta, en que música
está sonando, en el refugio de montaña con tormenta y chimenea y en el cómo y
porqué nos acercamos esa persona y yo que para cuando he llegado al momento del
beso ya llevo dormida diez minutos. Así obviamente nunca llego a mi fantasía
sexual por lo que más bien yo diría que mis fantasías en vez de sexuales son
sensuales. A mí lo que me gusta es el juego de la seducción previo, el tira y
afloja, el intercambio de miradas. De cómo te hace sentir la otra persona y sobretodo
de cómo te lo hace saber. Y me recreo más en la actitud de él y en cómo me la
transmite que en la acción en si. Ellos no van más allá. Tetas, culo, follar
(emoticono de friky subiéndose las gafas y risita tonta de adolescente) ¿Ya
está? Cuando un tío en el metro o en una discoteca te toca el culo, de un modo
que no podría definirse ni como meter mano. Algo muy leve sin apenas contacto,
de medio segundo pim pam pero te lo toca al fin y al cabo y a propósito. Eso,
¿les da gusto? No consigo entenderlo. Es un culo, un músculo. Sin personalidad.
No te habla, no te provoca nada si no lo miras en el global de la persona. A mí
me parece que es como tocar una mesa o una pared y a pesar de eso, ¿a ellos les
despierta deseo?
Así que me reitero, no entiendo a los hombres y si me
propongo rizar aun más el rizo os contaré que a mi marido no le gustan los tatuajes.
Obviamente yo puedo hacer lo que me dé la gana pero si le pregunto su opinión,
él siempre me dice que no me haga (va tarde, lo sé, puesto que llevo dos). Pues
bien, Menorca, Cala’n Forcat, y así como quien no quiere la cosa veo a una
chica en topless con un tatuaje justo
debajo de su seno derecho. Podía ver que era una frase y me intrigaba el saber
qué ponía exactamente, cosa que no podía descubrir porque para ello debía fijar
la vista demasiado tiempo en ella y pensé que sería demasiada invasión de su
intimidad.
-
Mira cari, ¿has visto a aquella chica? ¿Qué debe
poner en su tatuaje?
-
“Deja que tu corazón te traiga conmigo”, me
suelta al instante y sin titubear.
Mi reacción fue de sorpresa absoluta, ¿cómo lo ha conseguido
leer sin que ni ella, ni yo, ni su novio nos hayamos dado cuenta? Y cuando le
pregunto si le gusta esa chica con ese tatuaje y él me mira con cara de
obviamente que si, entonces es cuando yo le reprocho…ahhh en ella tatuaje si y
en mi no?! Y eso es lo que yo no entiendo. ¿Porque en otras si y en mi no? A mí,
los cuellos altos, las camisetas blancas de cuello redondo, los uniformes, unos
pasos de baile bien dados, una conversación sugerente o una mirada furtiva, una
mano en la cintura para cederme el paso…todas esas cosillas que me despiertan deseo,
me lo despiertan en otros pero
lógicamente también en mi pareja (podría agregar, si es que mi pareja me
hiciera esas cosillas!)
Y precisamente creo que ese es el quit de la cuestión. Tu
pareja no te roza para darte el boli, te dice, ahí lo tienes, cógelo tu solita.
¿Es por eso que nunca se tienen fantasías con tu pareja? Son siempre con gente
externa o desconocidos? ¿Será cierto que las mujeres con las que piensan los
hombres escenas picantes son diferentes a la mujer con la que comparten su vida?
¿Cómo se gestiona eso? ¿Vivimos en una constante infidelidad mental?
En mi casa hay un pacto, si es con actores, cantantes, modelos
o desconocidos SI se puede fantasear.
Cuando fantaseamos con gente conocida, lo hacemos ilegalmente y entonces no nos
lo podemos contar…;)o por lo menos no es recomendable contárnoslo porque por
muy evolucionada mental que intente ser en este tema, yo suelo comerme la
cabeza y aunque en mi misma entiendo claramente lo qué significa ese
pensamiento y sé que es sólo un divertimento nada transcendental, cuando lo
percibo en mi pareja me vuelvo obtusa y no sé gestionarlo. Me salen los celos,
las inseguridades y se convierte en bronca (pero sólo si su objeto de deseo es
alguien de nuestro entorno)
Lo sé, punto negativo para mí y positivo para él. Las mentes
cerradas de poco sirven. Pero una cosa es cerrada y otra rebuscada y ahí es
donde quiero debatir esa teoría de mi marido sobre que los hombres en verdad
desean a sus amigas mujeres y proclama que le invade de ternura esas mujeres
que creen que su amigo no quiere sexo con ellas. Según él, los hombres amables,
corteses y más simpáticos de lo necesario, son cameladores con un solo
objetivo, llevarte al huerto.
Yo sé que no porque conozco hombres corteses y caballerosos
que lo son sin ese objetivo, pero no hay modo, según la teoría de marras volveríamos
al mismo punto de inicio, que en verdad tus amigos o conocidos sí que quieren
sexo contigo, por lo que si lo veo desde el punto contrario, es decir desde la
perspectiva de que mi marido también es amigo o conocido de multitud de
mujeres, pues no le deja en muy buen lugar ese teorema suyo a mi maridito. En resumen,
le acabo de pillar de marrón en una transgresión de nuestro pacto de sólo
desear a desconocidos. Punto para mí.
Desviando un poco el tema, a veces veo mujeres hombres y
viceversa. Son 5 minutos de reloj, mientras
he apagado Netflix y estoy recogiendo el postre para irme ya hacia el
trabajo. En ese breve espacio de tiempo disfruto como una enana de unos minutos
de frivolidad máxima y las miro a ellas y los miro a ellos y me pregunto cómo
sería vivir con sus preocupaciones y sin las mías.
El reto de ese día en el programa se titulaba “del frio al
calor” y allí estaban todas ellas compitiendo para ser la mejor en ese reto. Todas
sin excepción plasmaron lo que para ellas significaba pasar del frio al calor
que era básicamente un striptease, algunas más fogosas otras con más o menos
gracia pero todas, en definitiva pasaron de ir abrigadas a quedarse en biquini.
Yo, que mentalmente realicé mi propio reto me quedé
asombrada por las grandes diferencias que existían entre esa tipología de mujer
y yo, no sólo por el físico, que a la vista está, sino por mi manera de
concebir la vida o al menos y para no extrapolar, el modo de concebir ese reto
en concreto. El reto que había recreado en mi mente consistía en venir del frio
con bufanda, guantes, gorro y abrigo, con la nariz congelada y tiritando y
pasar al calor del hogar. También me desnudaba, en efecto, me quitaba todas las
capas de abrigo que llevaba encima, me ponía mi polar, mis calcetines
gordos y me sentaba frente a la chimenea
o estufa con una taza de chocolate caliente, unas velitas, una manta y una
buena conversación. Y ahí es cuando me di cuenta de lo diferentes que éramos ellas
y yo, y me gustó porque me sentí
especial al ver que de 20 mujeres, yo había sido la única en interpretar esa
frase de modo diferente. Pero a la vez me sentí descolocada, ¿será que mi modo de
ver la seducción esta pasado de moda? ¿No tiene cabida hoy en día en la
sociedad de lo súper-mega- sensual una sencilla vecinita de al lado, o la chica del montón de toda la vida que se
sonroja con una mirada y que no va por
el mundo devorando hombres? Por lo que parece eso no les resulta deseable a los
hombres o tal vez es que con estas se casan pero para divertimentos deseosos se
buscan a otras con perfil tele5?
¿Y sabéis?, qué más da. El deseo es innato en el ser humano,
sea el que sea nuestro objeto deseado, en mi caso a veces son hombres, a veces
son donuts y otras vestidos. No hay nada malo en desear, se desea lo que no se
tiene y obviamente por no tener, no tenemos infinidad de cosas. Yo me
recomendaría a mi misma hacer también el esfuerzo de desear lo que ya tenemos,
en verlo diferente, desde una óptica distinta para descubrir, seguramente
incentivos nuevos en lo que ya conocemos y convertir así lo conocido en
desconocido, lo viejo en nuevo, lo habitual en excepcional.
Así que desead, desead mucho y bueno porque al fin y al cabo
desear es piropear en silencio, reconocerle sus cualidades y ver lo bonito que
hay en lo que estamos deseando. Desead sin mediar palabra y pensadlo a gritos.
El deseo no es más que es una manera peculiar de querer, de demostrar un
sentimiento de agrado independientemente de si es lícito o ilícito, sea pactado o no lo sea. Son expresiones de
amor sin censura, sin protocolos ni normas sociales; nos nacen de dentro, no
entienden de leyes morales y no las gobierna
la mente, y eso por desgracia es difícil
de conseguir hoy en día.
Así que sin más, liberemos nuestra mente, deseemos lo que
nos dé la gana y a quien nos dé la gana, deseemos sin medida, y, señoras y
señores,…. que nos quiten lo bailao!