miércoles, 13 de junio de 2018

Bambú

Hace dos días por la noche, se suicidó en el pueblo donde vivo un chaval de 15 años. No lo conozco ni sé nada de él ni de su vida ni de qué pudo llevarlo a realizar ese último acto.
Como siempre, cuando me entero de alguna noticia que me impacta personalmente surgen en mi mente infinidad de pensamientos atolondrados  y a menudo contradictorios. Estoy segura que ya lo he debatido en profundidad en columnas antiguas; Mi primera reacción tras el shock es querer ir a recogerme a casa y abrazarme a mis dos pequeños, pero tras unos minutos me acecha un sentimiento de necesidad imperiosa de vivir todo lo que pueda ofrecerme la vida, experimentar nuevas sensaciones o recuperar antiguas, sonreír más y quejarme menos, mojarme cuando llueve y cerrar los ojos mirando al sol, un torbellino de ganas de ser aquella de la que os hablaba el otro día, la de ¿vamos a lo que sea? Vamos!
Pero el tema es que no me sale ser así, porque una tiene una vida, la que he elegido, que no me permite darme ciertos caprichos y ahí es cuando surge el problema, que me siento atrapada y encerrada , seguramente en mi cuerpo, o lo que es peor, en mi propia mente. Y a pesar de que al revisar mi lista de cosas conseguidas y de experiencias vividas puedo hacer check en muchísimas, no entiendo de donde y porque me sale esta sensación de insatisfacción constante.
Y ahí es cuando le mando un audio a mi amiga Sonia, explicándole como me siento. Os contaré, sobre Sonia, que a pesar de conocernos desde hace casi 20 años, no nos hemos descubierto hasta hace uno. Y además el descubrimiento ha sido por entregas a causa de la distancia, puesto que ella vive en Zaragoza, así que sólo nos vemos cuando coincidimos en el pueblo con alguna excusa, por suerte, casi siempre festiva. En todas con una abrumadora conexión de no tener ni que hablar, de acabar la una la frase de la otra y de sentirnos unidas por sentimientos comunes que al fin y al cabo me  ayudan a comprender que mi sentir no es de esas enfermedades raras y únicas en el mundo, sino que ya somos dos, y eso amigos, cambia mucho la percepción del asunto, porque si te dan la mano no te caes tan fácilmente y bailar, beber ,reír y llorar entre dos es infinitamente mejor sin duda.
Pues a lo que iba, que le mandé un audio contándole mis ambivalencias mentales y ella me regaló un concepto que me maravilló.
Cris, hay que ser bambú.
Firmes clavadas en el suelo para ciertas cosas como son los pilares de nuestra vida y aferrarnos a ellos, pero a la vez, debemos aprender a dejar mecernos por el viento y ser flexibles con nosotras mismas y nuestras necesidades.
Sin excusas, sin autolimitaciones, dejando ondear nuestro pelo suelto, dejando volar nuestra imaginación, escribiendo el guión a nuestra manera.
Y Dios como me gustan a mí estas definiciones que me cambian la vida y lo veo tan claro en ese momento que siento como si siempre hubiera estado ciega, pero luego cuando lo tengo que poner en práctica,....no me sale. Me inundan las dudas, mecerme si, ¿pero hasta donde debo permitirme mecerme? ¿Y si me mezo demasiado no se romperán mis pilares?
Y se lo comento a mi marido y me dice que estoy como una regadera, que pienso demasiado y que tengo mucho tiempo libre para plantearme todas esas disertaciones.
Pero lo hago y ¿qué le voy a hacer?
Y de repente me encuentro tarareando una canción de Melendi, que últimamente ha despertado gran interés en mi por sus letras, que reconozco me están encantando a medida que las voy escuchando más y más.......los fantasmas y los miedos no me dejan ver el mar, porque tengo tanto ruido en mi mente, que me olvido que en mi barco sólo yo soy capitán....
Tan fácil y a la vez tan difícil de aceptar para mí misma, y es que la mayoría de mis limitaciones me las pongo yo y yo no soy precisamente estricta conmigo misma puesto que me permito salidas de tono, me permito recreos y vicios, algunos más confesables que otros pero al fin y al cabo la palabra clave es ME PERMITO, yo a mi misma y nadie más puede permitirme o prohibirme porque como decía antes: en mi barco sólo yo soy capitán y ahí es donde decido yo la distancia hasta la que voy a permitir mecerme. Y sin darme cuenta  constato que mi necesidad de mecimiento y mi ansiedad por no desorientarme resulta que se complementan, como el ying y el yang. Paradójicamente yo que busco siempre el norte (que hasta tatuado lo llevo), justamente el otro día viendo una peli descubrí el concepto Samsara, que en Sanskrito significa errante y me conmovió profundamente porqué al leer mas profundamente sobre ello vi que era mi otra media naranja, la que no quiero encontrar porque no la quiero reconocer como mía pero que sin duda es inherente a mí. Samsara, errante, vagabundo, que encarna el sentido más material y por tanto mundano de toda existencia, la metamorfosis de todos los cuerpos en sí mismos. Mi mitad busca el norte, mi otra mitad disfruta de su nomadismo emocional.
Casualmente he hecho hoy un test de personalidad, que de nada sirve si no me lo interpreta un psicólogo, pero a mí, que me gusta mucho hacer introspección qué mejor para ello que un test de estos. Y ya sólo contestándolo, sin saber nada de su interpretación he podido constatar que hay muchas yo en mi misma y cada una completamente distinta a la otra, como os decía, en mi naturaleza tengo una samsara que vagabundea y a la vez una fan de los faros que le indican el camino a seguir y a cuento de esto, os contaré que hace poco, pasando un fin de semana en una casa rural con amigos, descubrí en mi marido una mirada que hacía mucho que no veía en él. No sé que debió ver en mi en ese momento, en esa situación que no era para nada inusual o nueva, era una situación cotidiana y bastante trivial pero él me miró con ojos diferentes y yo, lo percibí y le pregunté el porqué de esa  maravillosa mirada, y me respondió...porqué a pesar de tu inseguridad, de tu baja autoestima y de tu actitud he conseguido verte como de verdad yo te veo en esencia.
BABOOOM! Menuda declaración para alguien que apenas verbaliza lo que siente. Petrificada me dejó y a la vez tremendamente intrigada por saber cuál esa esencia, que sin duda indagaré en futuras columnas.
Mi respuesta, como cabía esperar, no iba a ser menos, así que  le respondí algo que había leído hace tiempo en algún post de Facebook pero que me pareció creado para este preciso instante. - Cariño, dentro de mí, hay muchas yo, la salvaje, la madre, la tímida, la guerrera, la frívola, la tenaz..... Aquella a la que alimentes es, sin duda  aquella a la que tendrás.
Así que dejémonos  mecer al compás de la tramontana, el siroco, el cierzo o la calima; Seamos errantes sin perder de vista la luz de nuestro faro; Seamos el despertar de los ojos que nos miran y la esencia de nuestra naturaleza;
Seamos en definitiva, bambú, una vez más y siempre.



No hay comentarios:

Publicar un comentario