Soy muy fan de la peli divergente, desde que la vi me parece muy inspiradora. Desde los protagonistas y sus nombre pasando por su relación, por como la trata él y por como es ella sobre todo, me gusta todo, me hace sentir poderosa, con ganas de luchar, de ser miembro de la facción osadía a pesar de que el 98% de mis células me indiquen que donde debo estar realmente es en la facción de cordialidad o en la de abnegación.
Qué disparidad de opciones, ¿no creéis?, de osadía a abnegación va un mundo. Es como si un poeta decidiera trabajar en un banco (como decía la canción) o como si un nómada se recluye en una cárcel voluntariamente. No hay quien lo entienda, ¿verdad? pues ahí vivo yo, inmersa en los extremos.
Tanto es así que recientemente mi médico de cabecera , a raíz de un comentario mío que a su vez provenía de un comentario de mi marido, me hizo plantear la posibilidad de padecer un trastorno bipolar tipo 2. Por si alguien no lo sabe el trastorno bipolar tipo 2 se caracteriza por fases de euforia, movimiento, impulsividad en contraposición de otras fases de depresión, tristeza y decaimiento.
El psiquiatra que me vio en primera instancia con el que tuve una visita de pasillo me dijo que quería verme en otra visita más larga con mas calma pero que pensaba que cumplía todos los requisitos para colgarme el diagnóstico de bipolar (eso, con 4 preguntas y 4 respuestas sobre cómo manejo mi vida habitualmente).
A muchos amigos míos les cuadró la idea, a mi misma me cuadró. Muchos me decían cosas del tipo que ellos ya lo habían pensado alguna vez o que no les venía muy de sorpresa el posible diagnóstico. A mi, en parte, me ofreció una especie de excusa a todos los vaivenes mentales que tengo de continuo y me aportó de primeras cierto alivio. Era como poner razón a todo lo que me pasaba y sentía que podía decirme a mí misma que no estoy loca, que es una enfermedad que me causa esto. El tema es que esa enfermedad está incluida dentro de los trastornos psiquiátricos , es decir, mal dicho, locura. Y lo digo así con todas las letras porque es lo que sentí a las apenas 12 horas de esa primera visita.
Ese día, tras esa mini visita yo seguí trabajando normal pero esa noche estuve dando vueltas todo el rato a qué podía implicar ese diagnóstico : medicación de por vida, controles, no ser dueña de mis propias decisiones, ¿cierta estigmatización? , así que me levanté a las 4 de la madrugada e hice lo que mejor me funciona para aclararme, ordenar mis ideas en papel.
En ese papel yo explicaba que no quería tomar medicación y que quería tener la oportunidad , ahora que sabía que existía un problema, de auto encarrilarme y no funcionar en los extremos. Hubo personas a las que esas letras no les parecieron adecuadas y en sólo una noche había pasado de ser una persona con voz, voto y capacidad de decisión a una persona sin credibilidad alguna en lo que respecta a tomar cualquier decisión sobre su propia vida. Wowwwwww. ¿ Así van a ser las cosas de ahora en adelante? Pues va a ser que sí que las enfermedades mentales están un poco muy estigmatizadas, pensé.
Con estas expectativas decidí esperar al único que tenía potestad verdadera para valorarme , que era el psiquiatra. Acudí a una nueva visita, esta vez larguísima, junto a mi marido.
Yo aporté un escrito eterno sobre como es mi vida y él lo leyó punto por punto. La cosa estaba en intentar discernir si mis subidas y bajadas emocionales venían por impulsos incontrolables o por simples cambios de opinión, vamos, por ser caprichosa como dirían algunos.
Llegué a plantearme que si la alternativa a ser bipolar era ser una niña caprichosa en el significado estricto de la palabra, casi que prefería ser lo primero. Tuve ralladura mental con este tema, lo reconozco, porque a mi lo de ser caprichosa me suena feo, me suena a tontuna, de esas chicas con risita fácil y poco que aportar y es que cuando quiero algo no es por capricho literalmente , es porque en ese momento he decidido que esa cosa la quiero en mi vida y los impedimentos que puedan surgir para obtenerlo suelen ser salvables. ¿Eso es capricho o determinación?. Cierto es que tal vez pasado un tiempo si no lo he conseguido decido que ya no quiero esa cosa, ¿pero eso es capricho o aceptación? o, rizando más el rizo puede ocurrir que aun habiendo conseguido aquello que buscaba, seguidamente me apetece ir a por otra cosa, así que una vez más, ¿eso es capricho o pluralidad?
El hecho es que mi psiquiatra no vio claro que fuera 100% bipolar y me tuvo un mes en estudio, sin ninguna medicación. Me retiró mi escitalopram querido y me dejó a pelo, con mis emociones vírgenes y salvajes, como Dios las trajo al mundo.
¿Y sabéis qué? Pues que ni tan mal. Que ni crucé la frontera hacia arriba ni hacia abajo, que me situé en una franja muy central, que recanalicé el modo de expresar mis emociones, de no ser tan vehemente ni en la alegría ni en la tristeza y así pasó que en la nueva visita tras ese mes de seguimiento, el médico dictaminó que no había criterio ni de diagnóstico ni de medicación.
El capricho había ganado a la locura. O quisiera decirlo de diferente modo, la hipotética locura se esfumó y dejó ver mi naturaleza real: la caprichosa, arbitraria, fantasiosa, inspiradora, ocurrente, extravagante, desvariada y cuántos más sinónimos de caprichosa podáis encontrar. A mi el que más me gusta de todos es, por aquello que os contaba al principio sobre la película, divergente, que es aquel pensamiento encontrado entre las personas con rasgos de personalidad tales como: inconformismo, curiosidad, persistencia y voluntad de asumir riesgos.
Y por más que busqué ninguna de esas palabras estaba clasificada como una enfermedad, ni mental ni de ningún otro tipo. Así que decidí auto prescribirme el mejor y más útil tratamiento que existe una vez escuchado el veredicto del psiquiatra: El dejar de sentir que estoy enferma.
Porqué cuando uno está enfermo, lo está y hay que hacer lo que marca el profesional y punto y sea cual sea el diagnóstico, tirar para adelante y lidiar con lo que nos traiga la vida.
Pero cuando uno no está enfermo, a menudo el querer indagar tanto en sí mismo, profundizar, auto preguntarse tantas cosas y buscar el porqué de todo y el cómo, el quién, el hasta cuando y hasta el de qué está hecho, buff, resulta agotador. Y sesiones de psicología por aquí y por allá, que he tenido que dejar en pausa y que retomaré cuando mi logística vehicular me lo permita, pero es que ha resultado que mi terapia más resolutiva siempre ha sido y sigue siendo cena con amigas, desayuno con mis padres, charlas en la terraza con mi marido, tarde de chicas con mi hija, mis grecas, mis Destiny’s, mis brujitas, un abrazo de buenas noches de mi hijo, los birras terapéuticas de vez en cuando, mis Alborginos, sobremesas interminables familiares, cenas post pádel y post básquet sin que haya habido ni pádel ni básquet y en mitad de todo eso, la firme seguridad que no me pasa nada más allá que la vida en sí misma.
Qué gran sabio Nietzsche al decir que “aquellos que eran vistos bailando eran considerados locos por quienes no podían oír la música”, y qué agradecida estoy a la vida por dejarme escucharla a mi.
Por todo ello, sin más que decir, os comunico con gran alegría que estoy encantada de seguir siendo sólo la misma loca del coño de siempre.
El cambio en los títulos de las ultimas columnas es evidente, de cordura, Srta seny y Conforama a divergente. ¿El próximo que será?....
ResponderEliminarMe alegro por el cambio y por el poder q conlleva.
Un placer leerte
Ptons...