miércoles, 31 de julio de 2013

Madalenas y otros dulces

Imaginaos que un día viene vuestro marido y os comenta que, él, que se come cada día una madalena en casa, ha pasado por el escaparate de una pastelería y le ha apetecido mucho comerse una madalena de chocolate. Mañana volverá a su madalena de siempre, que está riquísima, pero hoy le ha apetecido probar una nueva. Hasta ahí todo bien.

Ahora imaginaos que esto se dice dentro de una conversación sobre la vida en pareja y que resulta que YO soy la madalena de diario.
¿Cómo os quedáis? Pues como me quedé yo, atónita.

Pasado el shock inicial, entramos en detalle y…que si no es que quiera hacerlo yo, que no necesito más madalenas mi amor, que solo son hipótesis, que puedo entender que alguien pueda hacerlo pero no yo..., blablablá….pero, ¿y si realmente él está en lo cierto?
En la variedad está el gusto? O no?
¿Cómo os sentaría comer cada día del mundo sólo arroz? , ¿Sólo pescado? Un médico nos diría que no es sano, que debemos aportar a nuestro cuerpo diferentes grupos de nutrientes, comer variado.
En cambio nos parece muy adecuado el tener, a partir de un momento en la vida, la misma pareja sexual para siempre. ¿Cómo se come eso?
Amigos, compañeros, conocidos, tenemos a raudales. Cada uno de ellos nos aporta algo diferente y aunque algunos se vayan, otros se queden un tiempo y otros se queden para siempre, sus aportaciones nos acompañan. Es un círculo infinito de idas y venidas, de riqueza mental, vivencias, experiencias.
Pero según la tradición en la que he decidido vivir, nos establecemos con una pareja sentimental fija y esa se convierte en nuestra única pareja sexual hasta que nos morimos, nos separamos o nos cansamos y somos infieles.

Llegados a este punto, no creo que la infidelidad se base en buscar fuera lo que no tienes dentro, al menos no en todo su porcentaje.
La infidelidad se basa en querer probar cosas nuevas, nuevas experiencias, nuevas bombas de adrenalina que, bien gestionadas, pueden mejorar enormemente la relación de pareja inicial. Pero, ¿bien gestionado? ¿Cómo se gestiona una relación abierta? ¿Cómo se gestionan los celos, el sentido de propiedad, el separar amor de sexo? ¿Existen en realidad las parejas abiertas? Y si existen, ¿funcionan de verdad?
Hace poco salí con unos amigos y uno de ellos se interesó por el camarero que nos atendía;
-          ¿Tienes pareja?-le dijo. Y en tal caso, ¿es abierta o cerrada?, y si es abierta, ¿en quién estarías interesado, en mi (mi amigo; chico) o en ella (yo; chica)?
El camarero respondió tranquilamente:
-          Sí, tengo pareja, es una relación abierta y me interesaría ella.
La cosa no pasó de ahí, pero a mí, que solía ser chica clásica, celosa, posesiva; a mí, que suelo etiquetar y clasificar y que soy de extremos, aquella corta conversación me impactó, por su sinceridad, naturalidad y por todo lo que lleva implícito aceptar que hay gente que vive así y que les funciona. Ver gente que no se cierra puertas sino que se las abre, que no teme probar nuevas especialidades gastronómicas y las degusta tranquilamente porque sabe que no está haciendo nada no pactado.
La conversación de repostería madalenil quedó en anécdota y no avanzó a partir del momento en que le ofrecí a mi marido sus tentadoras madalenas de chocolate a cambio de hacer yo lo mismo. Estas situaciones siempre acaban mal- dijo. Y así terminó el tema.

Por ahora seguimos los dos con nuestra dieta tradicional disfrutando de los platos caseros de toda la vida pero, en verdad os digo, que desde entonces no pienso que, saltarse la dieta, de vez en cuando, vaya a echar a perder nuestra relación y que, sí o sí, estoy segura, que en la variedad SÍ está el gusto.

viernes, 26 de julio de 2013

Lo cortés no quita

Me he sorprendido hoy recordando cómo ese desconocido, que pretendía subir al taxi del que yo bajaba, me ha ofrecido su mano para ayudarme a salir. He aceptado su gesto de inmediato y para que negarlo, me ha encantado.
Dado que el detalle me ha sorprendido en extremo y lo he tomado como algo único y fuera de lo común, yo me pregunto: ¿Dónde quedó la caballerosidad y la gentileza?
Yo os lo diré. Nosotras, las mujeres, las hemos matado. Si chicas, nosotras que somos inteligentes, independientes, autodidactas, valientes, trabajadoras y autosuficientes hemos acabado con actitudes como la gentileza, la caballerosidad, la amabilidad y la cortesía. Hemos provocado que el arte de la seducción juegue con nuevas reglas.
Soy una mujer a la que le gustan los hombres y me gusta, realmente, sentir las diferencias de actitud entre ambos géneros.
¡Esperad feministas! Defensoras de la mujer libre y autónoma, ¡no me lapidéis todavía!
¿Es que acaso un gesto cordial de un hombre me quita caché? ¿Es que si un hombre me cede el paso al caminar o me abre el odioso tapón rallado de la botella de agua, va a ocasionar que sea menos mujer o tal vez más débil? ¿Menos válida?
Lo siento, no lo comparto.

Me gusta, a priori, que un hombre sea más fuerte que yo, más alto y que su ropa me vaya grande, que me ayude a cambiar una rueda pinchada o que acompañe con su mano mi espalda para que pase primero, me gusta que lleve el mando al bailar y que me preste su chaqueta si tengo frío. Que sostenga el paraguas y al cobijarme me atraiga suavemente hacia su lado, que me ayude con las bolsas pesadas y que se encargue él de avisar al camarero.
Me gusta su seguridad y sentirme, en cierto modo, protegida por él. Me gusta que me cuide y dejarme cuidar. Sin más, sin dobles sentidos, sólo por el simple hecho de él ser hombre y yo mujer, sin que estas cualidades en ellos desmerezcan otras en nosotras.

Tal vez es cuestión de antigua antropología social o de clásicas tradiciones de cortejo o de pura química reproductiva en su afán incesante de perpetuar la especie, pero qué más da, no quiero ciencia! Dios, Darwin, Kubrick…quien sea que haya creado al hombre y a la mujer, tal vez el mismo que inventó la seducción, nos creó así ni más ni menos, ¡para que nos sintiéramos como princesas!
Y señoras, permítanme que les diga, que a mí todo esto no me hace sentir menos mujer sino más. Más femenina, más especial  y en el fondo, más poderosa y no me avergüenza, para nada,  decir que….me encanta.

jueves, 25 de julio de 2013

Mi príncipe azul...

 
Me he enamorado. Está claro.
No puedo decir que fuera amor a primera vista, de hecho, al principio no me llamó para nada la atención. Uno más.

Le vi, le oí hablar, le observé trabajando, me fijé en su coche....uno azul, francés. No muy de mi estilo. Con el tiempo me enteré de casi toda su vida.

Mis días siguieron con su rutina, trabajo, casa, novio... me enteraba de algo que había hecho, por casualidad, tal vez mis amigos me contaban algún chismorreo o incluso mi novio me invitaba a verlo.
Y de pronto empecé a verlo en todos sitios, por las esquinas, durante la comida....incluso lo encontraba de refilón en las revistas o por televisión... una locura!

La semana pasada soñé con él... me dijo que me quería. Me desconcertó.
Se lo conté a mi novio y me tomó por loca. No entiendo el porqué!
Pero lo cierto es que todo quedó en un sueño.....
un ganador
un premio
un príncipe
mi príncipe, el hombre tranquilo... Fernando Alonso.

25/10/2005

miércoles, 24 de julio de 2013

La joven de la perla



Durante años me persiguió. Abriera el libro de arte que abriera, una página al azar y aparecía…
Su mirada me seguía hacia cualquier sitio en que quisiera esconderme.
Años después el destino me llevó a su casa pero no estaba, traslado por exposición temporal. La Haya no fue lo mismo sin ella, pero tal vez, algún día nos podamos encontrar…

De mosquitos y hombres...

Me ha picado un mosquito en el dedo gordo del pie derecho.
Igual que el año pasado.
Igual que el anterior.
Me pregunto si será el mismo mosquito cada año, que vuelve, hipnotizado, a la misma fragancia almizclada de mi sangre veraniega.

Entonces, como el hombre, ¿tropiezan los mosquitos dos veces en la misma piedra? Y todavía más, el doble tropiezo ¿es cosa de hombres o de humanos?
¿Estamos, las mujeres, exentas de esta trastada del destino? ¿O es que tal vez, la jugarreta, no se debe al azar?
Creo firmemente que caer y recaer en lo mismo se debe a nuestra grave imposibilidad de resistirnos a las tentaciones.
Tentación: “Dícese del impulso o estimulo espontaneo que nos empuja a hacer algo, especialmente una cosa mala o que no es conveniente”, es decir, cigarro, desobediencia, donut, pereza, zapatos, mala letra, hipoteca, vecino del quinto…
Cuando era pequeña mis padres me acercaron la mano al radiador de mi casa. Quemaba y como soy chica lista aprendí que aquello, por muy brillante y tentador que fuera, no se debía tocar porque dolía.

¿Por qué entonces no aprendemos que algunas cosas que se nos antojan fantásticas no se pueden tocar?
Y una vez tocadas y habiéndonos quemado, ¿Por qué no huimos despavoridos? No, decimos simplemente “No lo haré más” y a la siguiente oportunidad, lo miramos, ronroneamos un poco y volvemos a caer, sencillamente porque los humanos no huimos del agua fría como gato escaldado.
Pero perdón, estábamos hablando de mosquitos.
¿Es que no cabe en un cerebro de mosquito que a veces la tentación duele? Aunque…. ¿Y si no todas las tentaciones duelen? ¿Y si no todas nos llevan por el mal camino? ¿Y si alguna tentación fuera licita?
Bonito, pero irreal. No nos engañemos, su definición es tajante….”especialmente una cosa mala o no conveniente”. Entonces, tristemente, qué más da mosquito, gato, que humano, ya que al final nuestra inteligencia, en cuestión de tentaciones es equiparable a la del primero. Mi cerebro, de mosquito, lo tiene claro.

Yo, mi, me, conmigo...

Cris, Cristina, Cristinita, Titi, Titina, Cristinuki, Crissi, Cristi, Cristinoide, Cri-Cri, Chris, Christine, Cristina con h…
Tantas Cristinas y a la vez sólo una… Cristina con h es una mujer a la que definirse con esa palabra le resulta extraño, una mujer a la que le cuesta quedarse quieta, le cuesta aceptar, no dar giros improvisados, no soporta los encefalogramas planos pero a la vez necesita calma, rutina y serenidad, consigue valorar el placer de lo cotidiano solamente después de bajar de una montaña rusa, yonkee de adrenalina, impaciente e indecisa,impulsiva hasta la temeridad, ingenua y soñadora, es una cobarde que lucha con garra por superar sus límites, inconformista, caprichosa. Se siente niña y  anciana, despierta y boba, se siente escritora de su propio guión…así es ella. Así soy yo.
Cristina con h engloba todo lo que siempre he sido y todo lo que me apetece ser, mis recuerdos, sueños, mis tonterías, mis anhelos…mis cosas, yo.
Yo y mis opiniones ordenadas, recogidas en un formato acorde a este siglo. Sin pretensiones, sin expectativas …
Bienvenidos a mi mundo, a mi película.