Imaginaos que un día viene vuestro marido y os comenta que, él, que se come cada día una madalena en casa, ha pasado por el escaparate de una pastelería y le ha apetecido mucho comerse una madalena de chocolate. Mañana volverá a su madalena de siempre, que está riquísima, pero hoy le ha apetecido probar una nueva. Hasta ahí todo bien.
Ahora imaginaos que esto se dice dentro de una conversación sobre la vida en pareja y que resulta que YO soy la madalena de diario.
¿Cómo os quedáis? Pues como me quedé yo, atónita.
Pasado el shock inicial, entramos en detalle y…que si no es que quiera hacerlo yo, que no necesito más madalenas mi amor, que solo son hipótesis, que puedo entender que alguien pueda hacerlo pero no yo..., blablablá….pero, ¿y si realmente él está en lo cierto?
En la variedad está el gusto? O no?
¿Cómo os sentaría comer cada día del mundo sólo arroz? , ¿Sólo pescado? Un médico nos diría que no es sano, que debemos aportar a nuestro cuerpo diferentes grupos de nutrientes, comer variado.
En cambio nos parece muy adecuado el tener, a partir de un momento en la vida, la misma pareja sexual para siempre. ¿Cómo se come eso?
Amigos, compañeros, conocidos, tenemos a raudales. Cada uno de ellos nos aporta algo diferente y aunque algunos se vayan, otros se queden un tiempo y otros se queden para siempre, sus aportaciones nos acompañan. Es un círculo infinito de idas y venidas, de riqueza mental, vivencias, experiencias.
Pero según la tradición en la que he decidido vivir, nos establecemos con una pareja sentimental fija y esa se convierte en nuestra única pareja sexual hasta que nos morimos, nos separamos o nos cansamos y somos infieles.
Llegados a este punto, no creo que la infidelidad se base en buscar fuera lo que no tienes dentro, al menos no en todo su porcentaje.
La infidelidad se basa en querer probar cosas nuevas, nuevas experiencias, nuevas bombas de adrenalina que, bien gestionadas, pueden mejorar enormemente la relación de pareja inicial. Pero, ¿bien gestionado? ¿Cómo se gestiona una relación abierta? ¿Cómo se gestionan los celos, el sentido de propiedad, el separar amor de sexo? ¿Existen en realidad las parejas abiertas? Y si existen, ¿funcionan de verdad?
Hace poco salí con unos amigos y uno de ellos se interesó por el camarero que nos atendía;
- ¿Tienes pareja?-le dijo. Y en tal caso, ¿es abierta o cerrada?, y si es abierta, ¿en quién estarías interesado, en mi (mi amigo; chico) o en ella (yo; chica)?
El camarero respondió tranquilamente:
- Sí, tengo pareja, es una relación abierta y me interesaría ella.
La cosa no pasó de ahí, pero a mí, que solía ser chica clásica, celosa, posesiva; a mí, que suelo etiquetar y clasificar y que soy de extremos, aquella corta conversación me impactó, por su sinceridad, naturalidad y por todo lo que lleva implícito aceptar que hay gente que vive así y que les funciona. Ver gente que no se cierra puertas sino que se las abre, que no teme probar nuevas especialidades gastronómicas y las degusta tranquilamente porque sabe que no está haciendo nada no pactado.
La conversación de repostería madalenil quedó en anécdota y no avanzó a partir del momento en que le ofrecí a mi marido sus tentadoras madalenas de chocolate a cambio de hacer yo lo mismo. Estas situaciones siempre acaban mal- dijo. Y así terminó el tema.
Por ahora seguimos los dos con nuestra dieta tradicional disfrutando de los platos caseros de toda la vida pero, en verdad os digo, que desde entonces no pienso que, saltarse la dieta, de vez en cuando, vaya a echar a perder nuestra relación y que, sí o sí, estoy segura, que en la variedad SÍ está el gusto.