A menudo me ofusco en recrearme en mis problemas y se me olvida obedecer aquel proverbio chino que cuenta que si algo tiene solución, soluciónalo; pero si no la tiene, ni te preocupes. Total, ¿para qué preocuparse entonces? ¿Solemos regodearnos en nuestras desgracias excesivamente? Alguien me dijo una vez que yo me sentiría desgraciada continuamente porque siempre quiero más, cuando consigo algo voy a por otra cosa y vivo en un estado de insatisfacción constante porque el logro por haber conseguido lo primero me dura apenas unos días. Pero ¿es correcto relacionar insatisfacción con infelicidad? No creo que vayan de la mano. Para mi insatisfacción por querer más, es una búsqueda, una aventura que me empuja a mejorar y esforzarme. ¿Por qué no puedo llegar hasta donde marca mi imaginación? A veces me excuso alegando que no es insatisfacción, es rapidez mental. Soy muy rápida, muy de borrón y cuenta nueva, de a otra cosa mariposa. Mis duelos en temas de proyectos, actividades y logros no duran. ¿Conseguí esto? Pues ya está, ¿qué hago ahora? No me entretengo en recrearme en mi éxito; ¿No puedo con esto? Pues voy a por aquello. Querido "esto", ya te pillaré en otro momento, y "esto" vuelve en un círculo incesante, hasta que al final lo consigo y paso a aquello o a lo de más allá. Como humana y tozuda que soy, a veces me encasquillo en algo que me impide avanzar y me enmaraño en mi misma, sin ver que la solución suele ser más fácil de lo que parece. En clase de filosofía el profesor lanzó una pregunta: - "¿Y si mañana no saliera el Sol?". Todos nos quedamos petrificados, nadie sabía qué responder, y todos en nuestro interior elucubramos sofisticadas teorías metafísicas sobre el fin del mundo, sobre si sería posible la vida sin sol y varia hipótesis más. De repente, una voz respondió: -"Pues saldríamos a la calle con linternas". Aquel comentario me fascinó, tan sencillo, tan espontaneo, tan pragmático. Desde ese momento intento (que no significa que consiga), simplificar las complicaciones, no obsesionarme con cosas que en el fondo, requieren una solución tan sencilla como dar un pequeño giro a la falda para que no se note una costura abullonada mal cosida o dejar a la niña en la cuna con la cabecita donde teóricamente había predefinido que irían sus pies, cosa que hace que las maniobras sean más ergonómicas. Tan fácil pero ¿por qué estas ideas no se me ocurren siempre? ¿Es porque soy demasiado estricta? Establezco conceptos que luego me cuesta saltarme. Mi tendencia a etiquetar y clasificar me coloca en situaciones poco fluidas y convierte en fijo lo voluble, en eterno lo efímero, consiguiendo obtener algo demasiado serio, para mi recién estrenada forma de pensar simplificada, lo sume todo en un ritmo sinusal perfecto. Así que el truco, indiscutiblemente, lo he encontrado en simplificar y disfrutar de ciertas extrasístoles, que suelen dar el toque despreocupado a una cadencia demasiado rítmica.
martes, 20 de agosto de 2013
Simplificando...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario