Suelen llamarme rarita y yo, en verdad no me lo considero. Me tengo por una persona de lo más corriente, nada especial que llame la atención, nada que sobresalga del resto, ninguna aptitud excepcional, ningún don fantástico, así que a falta de cosas maravillosas que me definan he decidido hoy hacer un auto debate mental con aquellas pequeñas manías que son muy mías. De hecho, después de enumerar algunas de mis rarezas me doy cuenta que todas tratan en esencia de posponer o alargar la situación satisfactoria. Dicho así suena súper raro, un pocomuydemasiado Freudiano, pero es mucho más simple que todo eso. Me gusta quitarme la ropa y aguantar el frio para que mi pijama se caliente 5 minutos en el radiador antes de ponérmelo, llegar a casa muerta de sed y esperar a beber agua hasta después de hacer pis, me gusta dejar lo mejor para el final. La cereza es lo último que sale de mi plato y me da tanta satisfacción verla ahí esperándome durante toda la comida que me recreo enormemente viéndola, teniéndola ahí y sabiendo que al final, será mía. En tema de seducción me pasa lo mismo, alargar el momento, acrecentar el deseo. Si alguna vez caigo antes en la tentación me fastidia haber perdido lo que más me gusta, el durante, el crearme expectativas, el imaginarme mentalmente cómo será mi objeto de deseo, sea hombre, donut, zapatos, beso o viaje. Me inculcaron desde muy joven que primero va el deber y después el placer y eso se traducía en que primero hacía los deberes y después merendaba, primero ordenaba la habitación o estudiaba y después salía a jugar. Así que ya desde pequeñita aprendí que lo que se hace desear es lo bueno. Ahora, 20 años después a menudo juego o descanso y no ordeno mi piso ni antes ni después y a menudo también he corroborado que aquello que no todo lo que se da rápido tiene que ser menos bueno o por el contrario cosas muy deseadas se han convertido al final en un fraude (esas son algunas de las bondades o desgracias de la mayoría de edad). La palabra ESPERA, me mata; el ENTREGA EN UN MES me crispa los nervios y el conocer que hay algo pero no poder saber, provoca que todas mis neuronas se concentren precisamente en eso que no puedo saber o tener. Lo quiero aquí y ahora. Es un rollo amor-odio especial. La paciencia me mata pero me encanta. Me mantiene alerta, viva. De mis otras rarezas tipo dormir cogida a la almohada (porque así mis posibles raptores no podrán llevarme puesto que la almohada debe pesar 20 toneladas por lo menos), lavarme los dientes en la ducha, tocar algo de madera al meterme en la cama o en su defecto tocarme la cabeza, ponerme antes las botas que la falda o el vestido, saborear el tacto de cualquier superficie o tela suave que se cruce en mi vista, escribir palabras en mi dedo índice con el pulgar de la misma mano, distribuir perfectamente mi menú del fast food de turno en un orden y posición concreto, escribir una palabra que defina mi día justo antes de dormir y correr a escribir mis sueños al levantarme, pasarme el rato removiendo la comida en el fuego sin dejarla reposar o chafar la carne en la sartén al estilo boxeo Cassius Clay vs Sonny Liston, emocionarme cuando cojo por azar la misma cantidad de pinzas de la ropa como piezas por tender quedan y emocionarme muchísimo más cuando por casualidad la pinza que toca es del mismo color que la prenda a sujetar, no terminar de escuchar ninguna canción y pasar a la siguiente una vez ha pasado su punto fuerte, besar el sobre cerrado de una carta un segundo antes de echarlo al buzón, cerrar los ojos y apretar las manos mientras pienso en un deseo…. De todas estas, no diré mucho, puesto que no las tengo ni por rarezas ni por poco comunes. Así que aquí me quedo, ni tan rara, ni tan poco usual, ni tan especial. Única, eso sí, como todos, simplemente siendo yo, disfrutando sencillamente y sin pretensiones de mis Crisi-cosas.
miércoles, 11 de junio de 2014
Crisi-Cosas
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JAJAJAJJA, donut un objeto de deseo??? MMMMMM
ResponderEliminarjajajajjjaajja, un donut objeto de deseo.... mmmmmm
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