viernes, 3 de abril de 2020

Valkirias de milésima generación


Hoy me he metido en la ducha sólo para ducharme, es decir me he lavado el pelo y el cuerpo. Y ya está. No me he exfoliado el cuerpo, ni me he aplicado leche limpiadora en la cara, ni me he depilado. Tampoco me he fijado en qué champú he utilizado ni en si lleva parabenos o si es para pelo rizado o liso. Una simple y tradicional ducha.
Me he quitado el esmalte de uñas y no me las he vuelto a pintar. Me he desenredado el pelo y lo he dejado secar al aire, sin secadores, sin planchas.
Y oye me ha gustado.
Me he sentido libre y cómoda, como cuando hice el camino de Santiago y descubrí que no necesitaba ni la mitad de cosas que usaba diariamente en mi vida. Verifiqué que se puede ir por la vida en mallas, camiseta de pijama que no tapa el culo, calcetines gordos de nieve y chanclas de piscina. Vamos, un horror de estilismo y sentirse tan a gusto.
Sin artificios, sin preocuparme por el que dirán. Y mostrarme así frente a todo el mundo y darme absolutamente igual lo que piensen los demás.
Después he ido al osteópata por primera vez y me ha indicado que me ponga en la camilla con la mínima ropa posible sin que me sienta incomoda, y  me he quedado en ropa interior porque sinceramente no me he sentido incomoda en ningún momento por mostrar mis lorzas serranas. Básicamente porque me ha dado igual lo que pudiera pensar de ellas.
Y después, casualmente he iniciado un capitulo nuevo del libro que me estoy leyendo de Bel Olid, en el que se habla de los estereotipos y expectativas respecto a la belleza corporal y lo curioso (o no) del tema es que me he sentido muy identificada con todo lo que he leído.
De ahí he meditado un poco más sobre el tema y resulta que mi cuñado Emilio, por ejemplo, tiene canas y está fantástico y no se ha planteado teñirse en ningún momento;  en cambio yo no me he planteado la posibilidad de ir con canas por la vida. ¿Hay ahí una muestra clara e inequívoca de lo que en mi grupo de amigos llaman Injusta naturaleza de las mujeres? Y hasta hoy creía que no era tanto por presión social sino por auto presión mía, pero después de releer el capítulo que os comentaba ya no estoy tan segura; es decir la presión es mía pero ¿de donde se ha originado la idea de que para ser aceptable corporalmente tengo que ir depilada, sin canas etc.? ¿Quién ha decidido que un hombre con canas gana en atractivo y seguridad pero una mujer con pelos en las piernas o en las axilas pierde encanto?
El tema es que a épocas estoy siendo feliz saliendo de casa con la melena al viento sin secarme el pelo, sin gota de maquillaje, sin teñirme y poco más, pero no os penséis que voy por la vida como un oso pardo, que cumplo los mínimos de salubridad, y ahí precisamente es donde radica mi problema, que mis mínimos, como soy una histérica de la perfección son como los máximos de otras personas. El tema es que yendo así a lo seminatural por la vida me siento  igual que Mérida, de la película Brave cuando sale al ritmo de correré, volaré….y sale a cabalgar y trepa por la montaña  y se siente feliz y después además ni lo publico en Facebook, ni en instagram, ni en mi estado de wasup, ni en stories, ni me hago un snapchat porqué además he eliminado mis cuentas de todas esas redes sociales. Y tal vez esté haciendo una demagogia barata porque lo que si hago es publicar esto en este blog; pero como suelo decir, eso ya lo hablaremos en otra columna distinta porqué quiero volver al tema que me ocupa hoy que es el de mis necesidades de figuración corporal.

Y es que a mi Mérida me encanta, y aun me gusta muchísimo más Lagertha, pero es que la que me gusta es la Lagertha de la serie Vikingos, que seguramente dista muchísimo de la verdadera.
Así que no vengan a contarnos a nosotras historias de ciencia ficción porque seguro que nuestra guerrera vikinga no iba depilada y con esas trenzas fantásticas en su cabellera dorada sin canas, porque después de salpicar sangre y barro durante una batalla, quién va a creerse que pueda desenredarse  el  pelo  si  yo un día me lo ato en un moño y me quedo dormida en el sofá media hora y para desenredarlo necesito a un cirujano de la NASA.  ¿Queremos ser entonces la Lagherza verdadera o la que nos ha mostrado la industria del cine? Es un poco todo junto como en aquel capítulo del Príncipe de Bel Air cuando sale con una chica y al llegar a casa ella empieza a quitarse las pestañas postizas, las lentillas, el postizo del pelo, los tacones, el push up del culo, el wonderbra, la faja….madre mía, está clarísimo que lo que ha enamorado al chico ha sido su belleza natural, sin duda.
A modo de conclusión entonces, pienso en mis opciones:  uno, o algo ha pasado en mi línea sucesoria de reencarnación desde que yo pudiera haber sido una Valkiria en alguna vida anterior, como me gusta fantasear…;)  y mi naturaleza valiente, pasional y guerrera de entonces iba de la mano con un cuerpo acorde sin pelos, sin canas, sin arrugas, con push up incorporado en todos mis músculos o dos,  es que mi progreso a través de las vidas está involucionando o tres, es que quizás la pura  realidad de mi belleza es la que es y veo cada día en el espejo sin más.
Y unos de los quid de la cuestión sería… ¿lo veo yo o como decía Olid nos la hacen ver? Seguramente ayudó a decantar la balanza hacia el lado de Olid cuando una vez busqué “estilo boho chic mujer 40 años” en pinterest y me sugería fotos de mujeres que para mí eran de 50 para arriba y en cambio si escribía en el buscador “estilo boho chic mujer 39 años”  me ofrecían fotos de chicas monísimas en la flor de la vida. ¿De verdad un año marca esa diferencia? Buscadlo, sólo por probar. Alucinareis.
Y en todo esta disertación mental de rebeldía frente a la auto y hetero opresión por unos cánones de belleza impuestos, yo, hoy que había salido a la calle decidida a no teñirme más porque me pica la cabeza cuando lo hago y muchos otros blablablás, yo, que al salir del trabajo para ir a casa ,he cruzado por mitad de la calzada y he caminado por el mercadillo semanal entre los puestos de fruta y verduras, yo, que iba caminando al ritmo de Cheerleader versionada por Pentatonix y  pensando qué bella es la vida y qué sencilla si decido caminar con mi melena al viento, mi cara lavada y con algún pelo que otro en mis piernas, yo que había reencontrado a mi Valkiria perdida, me miro de reojo en un escaparate ,me paro tan en seco que  hasta se me desafina la canción y me veo súper desfavorecida y poco menos que como una zarrapastrosa y decido que no va conmigo lo de despreocuparme por mi  aspecto físico.
Y al llegar a casa, en un intento de desempate,  le pregunto a mi marido, cariño, ¿hoy me ves mala cara? A lo que me responde, no, ¿por qué? Te veo igual que siempre.
Así que sin más ni menos, decido olvidar este tema por qué no me llegan las ganas para clarificar esta tontería de debate y decido hacer caso a este fragmento que encontré hace un tiempo en mi recién odiado Facebook…
Qué guapa estas cuando no te das por vencida. Cuando te quitas los miedos y te dejas llevar. Qué guapa estas cuando dejas atrás lo que pasó, para centrarte en lo que está pasando. Cuando te haces valer y no dejas que te quieran menos de lo que mereces. Qué guapa estas cuando sueñas y sales ahí fuera a cumplir tus sueños. Cuando sabes que no existe nada imposible. Qué guapa estas cuando eres fuerte. Cuando te levantas después de cada caída, cuando cambias de piedra porque esa ya está harta de ti y tú de ella. Qué guapa estas cuando aprendes, cuando sabes lo que vales, lo que mereces. Y cuando me quieres también estas guapa. Pero es que cuando te quieres a ti, estas que lo flipas.
Y curiosamente no habla ni de canas, ni pelos, ni de gordura, ni de nada relacionado con el aspecto físico y ese es el verdadero concepto que quiero inculcar a mis hijos…… y de repente, cuando sólo me falta el titulo para publicar la columna, aparece un virus muy  maligno y la gente empieza a enfermar y a morirse, nos confinan y se reorganiza toda nuestro estilo de vida y todas nuestras prioridades. Y en una milésima de segundo entiendo que ahora no importa nada más que sobrevivir y ayudar  al máximo de personas a que también puedan hacerlo.
No sé cómo va a influir toda esta pandemia en mi modo de ver las cosas, no sé si me reencontraré o me perderá más, si aprenderé algo, mucho o nada y ni siquiera sé si volveremos a ser las mismas personas internamente. Del covid19 supongo que hablaré largo y tendido en otra ocasión, por el momento quiero cerrar esta columna y he decidido cerrarla con la misma conclusión que escribí antes del inicio de esta pandemia, así que ahí va…
No te detengas hasta que te sientas orgullosa de ti misma, sea eligiendo el físico de una top model o el de una desaliñada. Sea como sea, haz que el espejo te devuelva la imagen que tú quieres y siéntete la Valkiria que en realidad, sin duda eres.

1 comentario:

  1. Me encanta Cristina. Fíjate que cuándo más guapa me he sentido es en la época donde rompí con los estereotipos de belleza. Pero me estaba poniendo guapa por dentro y eso siempre se nota por fuera.

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