lunes, 14 de octubre de 2013

El valor del durante.

La otra noche cenando en una terraza no pude evitar oír una conversación entre dos amigos. Uno le decía al otro que se había estado escribiendo mensajitos con una amiga suya. La conversación iba sobre una amiga que le preguntaba al chico como iban las obras de su nuevo piso y que cuándo iba a hacer la inauguración. Él le hablaba sobre cenar en el suelo con cajas de cartón y ella le decía que le podía regalar una mesa pequeñita y él le dijo que a cambio tendrían que estrenar esa mesa.
A lo que ella le contestó: Ah, claro! Entonces tendremos que buscar a una chica que quiera ir a cenar a tu casa…
El chico, cambio su tono por completo y le objetó a su amigo algo como…- ¿ves?, ella no está interesada en mí-  y  por eso dejó de escribirle.
Os juro que mi acompañante tuvo que agarrarme del brazo para evitar que me acercara a charlar con el chico; hombre de poca fe, ¿No sabes las reglas del coqueteo? Ella te estaba dando una de cal y otra de arena, estaba alargando el juego, el flirteo, ella estaba buscando que tu le dijeras…- ¿Ah sí? Pues busquemos,….qué te parece alguien con ojos negros, pelo largo, simpática (describiendo algunas de sus características)… a lo que ella respondería...- pues muy interesante, pero no conozco a nadie así. ¿Conoces tú a alguien?
…y así durante unos cuantos mensajes, y después tal vez alguna llamada y algún café espontaneo a media tarde, hasta llegar a la cena, sin mesa, con cajas de cartón por supuesto (para asegurarse repetir  cuando llegara por fin el dichoso mueble).

En lugar de eso, el chico se cerró en banda y se perdió lo que podría haber sido una bonita historia de amor, o tal vez no, tal vez se perdió sólo un polvo de una noche, pero bonito, al fin y al cabo. O Quizás no se perdió nada de eso porque después de tanto mensajito  la cosa no cuajaría pero….ahí está el quid de la cuestión ¿es tan importante llegar al fin? ¿Es que lo que hay antes del fin no tiene valor propio? ¿Nos llena más el destino que el trayecto?

Obviamente yo soy más de las del trayecto, lo paso muchísimo mejor organizando, imaginando y planeando el viaje. Después, una vez allí continúa la diversión pero el concepto es claro, continúa, no empieza. La diversión empezó al principio de los preparativos, de hecho empezó cuando una idea fugaz y descabellada cruzó por mi mente en una noche de borrachera, durante la etapa previa a la de exaltación de la amistad (que ya os contaré en alguna ocasión). ¿Y es que si el pastel no tiene cereza ya no vale la pena comerlo? Escudándose en esta premisa mucha gente se pierde momentos fantásticos. Sé que los inicios suelen ser mágicos, los finales pueden ser buenos o malos pero ¿por qué siempre nos olvidamos del durante, siendo, como es, que el verdadero peso de las historias sucede en ese tramo?

Una gran filósofa conocida de la familia, acuñó una gran frase que le ocasionó millones de seguidores. En su inmensa sabiduría un día dijo: “Calentar para no meter, es echar la picha a perder”. Está bien claro, que ella no es de las del trayecto y yo le diría que el truco está en empezar a disfrutar del paisaje durante el ascenso, no sólo en la cima. Degustar desde el aperitivo, y el postre tal vez lo coma o tal vez no. No me malinterpretéis, yo adoro el postre, de hecho, mi estomago siempre tiene un huequito reservado para el postre y adoro llegar al final del camino, como todos. ¿Pero qué hacéis cuando llegáis a la meta? Miráis hacia atrás y os recreáis en todo lo que habéis recorrido; esa es la verdadera diversión. Y a usted, gran mente pensante, me parece muy bonito que no le gusten los preliminares, ni los preparativos y que le guste ir directamente al grano o lo que es peor, que si no hay guinda prefiera no comerse el pastel…pero no sabe, señora, lo que se está perdiendo.  A los demás, disfrutad del camino!



1 comentario:

  1. No todo acaba en el postre...unos buenos entremeses a veces son suficientes!

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