lunes, 25 de julio de 2016

Titi Clan

Es tremendo como los años y las circunstancias cambian nuestro punto de vista respecto a muchas cosas. En mí, que solía ser blanco o negro, bueno o malo me era muy sencillo decidir y discernir hacía que camino quería tirar.
Ciertas cosas tenía muy claras, cosas como el aborto, el cuidado de ancianos en residencias, las órdenes de no reanimar y otros pormenores que a medida que crezco, evoluciono o envejezco según como lo queráis definir,  están resultando no ser tan menores.
Sin ir más lejos hoy mismo he leído una carta al director en el periódico donde una señora de 82 años relataba sin ninguna vehemencia lo que tiene y lo que no.  Aquí os la paso para que podáis opinar vosotros mismos.
“Lo que tengo y lo que no: Esta carta representa el balance de mi vida. Tengo 82 años, 4 hijos, 11 nietos, 2 bisnietos y una habitación de 12m2. Ya no tengo mi casa ni mis cosas queridas, pero si quien me arregla la habitación, me hace la comida y la cama, me toma la tensión y me pesa. Ya no tengo las risas de mis nietos, el verlos crecer, abrazarse y pelearse; algunos vienen a verme cada 15 días; otros cada tres o cuatro meses; otros, nunca. Ya no hago croquetas o huevos rellenos ni rulos de carne picada ni punto ni crochet. Aun tengo pasatiempos por hacer y sudokus que entretienen algo. No sé cuánto me quedará pero debo acostumbrarme a esta soledad; voy a terapia ocupacional y ayudo en lo que puedo a quienes están peor que yo, aunque no quiero intimar demasiado: desaparecen con frecuencia. Dicen que la vida se alarga cada vez más. ¿Para qué? Cuando estoy sola puedo mirar las fotos de mi familia y algunos recuerdos de casa que me he traído. Y eso es todo. Espero que las próximas generaciones vean que la familia se forma para tener un mañana (con los hijos) y pagar a nuestros padres con el tiempo que nos regalaron al criarnos” Pilar Fernández Sánchez. Granada.

Ahora es mi turno para opinar: Ante estas afirmaciones, me pregunto yo, ¿cuál es el objetivo de formar una familia? Pues así a bote pronto podría ser el compartir un proyecto de vida común, evolucionar juntos y pasar por las diferentes fases de la existencia formando un equipo, no? Lo que me lleva a reflexionar sobre mi idea de las residencias de ancianos. Soy gran defensora de estos centros, he trabajado durante muchos años en ellos, mis abuelas pasaron sus últimos años viviendo en una residencia, la abuela de mi marido está en una y afirmo que no podrían estar o haber estado mejor cuidadas. Es cierto, de eso no hay duda; los medios y tecnologías que disponen estos centros no son comparables a la buena voluntad de un cuidador informal en una casa. Lo que pasa es que ahí me estaba centrando  únicamente en las necesidades físicas: higiene, medicación, eliminación, alimentación, etc. Y después de leer la carta de repente me ha venido a la mente la cena de Nochebuena, mira por donde. Parece que haya perdido el hilo de mi alegato pero ahora me entenderéis. Yo siempre he promulgado que mi mayor deseo familiar era que mi mesa en la cena de Nochebuena estuviera repleta de gente. Siempre he querido formar una familia numerosa por todo lo que para mi implica. Yo he sido hija única y reconozco que no cambiaria mi infancia por la de ningún niño del mundo porque para mí ha sido la más perfecta que pueda existir pero como soy un poco perfeccionista, siempre he deseado que la infancia de mis hijos  fuera todavía un poquito más perfecta que la mía, y eso sólo se podía conseguir dándoles hermanos. Ya me he ocupado de ese tema y ya tengo mi mesa más llena…..mi marido y yo, mis hijos, mis padres, mis suegros, mis tíos, mis cuñados, las parejas de mis hijos algún día, mis nietos…..me encanta. Mi sueño hecho realidad. Una gran familia. Me imagino de viejecita con mi pelo blanco impoluto, mis gafitas, mi blusa recién planchadita y mis bragas faja a lo Bridget Jones; toda una vida de historias, de compartir, de luchar, de tirar la familia para adelante y ZAS de repente me encuentro en una residencia y todo eso cambia. Ya nadie corre por los pasillos, ni hay gritos, ni tele ni música ni cómo ha ido el día y no es que espere vivir con mis hijos cuando sea anciana, ni mucho menos pero si esperaba que los años que estuviera viva, seguir sintiéndome así, viva. Seguir sintiéndome que formo parte del grupo social al que he pertenecido siempre. Lo gracioso es que al leer esta carta no he pensado en mi misma, sino en mis padres. Ellos, que siempre han defendido que cuando llegue el momento se irán a una residencia y estarán encantados con eso y yo lo he apoyado fervientemente, los imagino ahora como la anciana de la carta y me da mucha tristeza. Porque realmente la cena de Nochebuena es fácil de tener, pero ¿y las otras 364 cenas? ¿Toda una vida familiar para acabar con 3 cenas al año, un fin de semana al mes, una hora extra el día de tu cumpleaños? ¿A eso aspiraremos al convertirnos en ancianos?
No me he planteado aún como quiero gestionar mi vejez y hasta ahora tenía muy claro cómo iba a gestionar la de mis padres, por eso me extraña que  de repente me venga una imagen mental de todos en una casa viviendo en común. Sé que requeriría ayudas técnicas, personal de apoyo, una economía y una logística muy bien hiladas pero, ¿por qué no? Y ya sé que yo me lo imagino como el catalogo de Ikea, con una casa grande, con habitaciones enormes y un comedor gigantesco y luminoso en el que el abuelo lee el periódico mientras la abuela, la madre y la hija hacen galletitas en la isla de la cocina y el marido y el hijo vuelven de jugar con el perro. Lo sé; Se que la versión real más bien seria todos apelotonados, hasta el moño del Sálvame de mi madre en la tele, sin perro porque nada más nos faltaba eso, el crio con auriculares encerrado en su habitación, la niña gritando que no la entendemos y mi padre restregando su pañal por la pared de la cocina. Y Madre mía, madre mía, madre mía…… ¿Y si mi marido piensa igual y quiere traer a sus padres???? Pues pongo a mi suegro con  mi padre a restregar sus pañales conjuntamente y a mi suegra le adjudico el hacer las galletas…;)
Ciertamente no sé cómo voy a gestionar mis deseos, los deseos de los familiares a mi cargo y las necesidades reales según las circunstancias junto con los recursos que tengamos, y por suerte me queda mucho camino para plantearme soluciones y alternativas pero está claro que quiero tener una familia inclusiva y no excluyente; participativa y  con un gran sentimiento de pertenencia. Quiero transmitir esos valores a mis hijos y que ellos a su vez los pasen a los suyos. Defender a capa y espada una actitud de respeto por nuestros mayores y por su cuidado. Echar la vista atrás y fijarme en que toda la vida han convivido las distintas generaciones bajo un mismo techo nutriéndose de experiencias propias de su edad los unos a los otros. Tal vez no ser tan súper mega modernos y aprender de las tribus ancestrales en las que hacían eso mismo y cada uno con su rol formaban un largo linaje de convivientes, porque al fin y al cabo somos quien somos por un conjunto de muchas razones (una de ellas nuestra estirpe) y tal vez no podemos saber a dónde vamos o hacía donde nos llevará el destino pero de lo que si estamos seguros es de dónde venimos, y yo eso lo tengo muy claro, vengo de una FAMILIA, en letra y significado, mayúsculos.

martes, 19 de julio de 2016

Love, actually

La otra noche tomando una copa con la Patrulla, coincidimos con unas amigas de mi cuñado y una de ellas que no nos conocía nos señalo a lo lejos y proclamó que a mi marido y a mi (que estábamos sentados en una mesa charlando) se nos veía muy enamorados. A mí me extrañó en verdad porque la versión que tengo últimamente de nosotros mismos y de nuestra relación dista enormemente de la definición de enamorados precisamente. Pero me intrigó profundamente. ¿Qué había visto esa chica que no era capaz de ver yo misma de mi propia relación?
¿Se me está escapando algo? ¿Me he perdido en algún recoveco del camino, me falta alguna frase del cuento que no consigo hilar del todo el argumento? Yo después de 15 años de relación no hubiera usado la palabra enamorados para definirnos. Y es una pena porque en verdad ese término debería  ser el inicio y la trama de cualquier relación sentimental de cierta antigüedad, no? Pero es que a mí, a pesar de lo soñadora  y devoradora de comedias románticas que soy, ya no me cuadra que el amor sea el motor de todas las cosas. Y me gustaría, me ilusionaría  pensar en una vida el uno para el otro, en la que él me da todo lo que necesito en una pareja y viceversa. Envejecer juntos de la mano  sintiendo que ha sido el amor de mi vida. Tal vez los años o la cotidianidad, las prisas o el dejar de creer en unicornios alados me ha hecho replantearme mi  ideal de amor incondicional. Buscar un diez, sin serlo yo misma y sabiendo que los 10 no existen. ¿Alguien habrá que nos considere un diez? Pues parece que si puesto que últimamente a mi marido le salen fans hasta debajo de las piedras. Antiguas amigas, compañeras de trabajo, la vecina del 5º, las mamás del cole,….. Mujeres a priori atrayentes y  que se interesan por él y me dicen lo guapo y simpático que es. Lo bien que trabaja y las dotes de liderazgo que tiene. Me hablan de lo buen padre que es y de la suerte que tengo. Un diamante vaya. Y parece ser que yo, sin enterarme.
Y yo me pregunto ¿por qué los de fuera son capaces de ver lo que no se ve desde dentro? Y  añadiría ¿acaso verán también todo lo que hay dentro pero que no se percibe desde fuera?
Él podría quejarse de multitud de cosas mías, pero como mi blog lo escribo yo, empezaré primero. Así que podría quejarme de que él no me da el cuento de hadas que yo veo en las pelis y cuando vamos a Menorca en barco no me abraza en cubierta o cuando vemos ponerse el sol y pedimos un deseo sus ojos no me miran de reojo para sincronizar un anhelo común. Podría disgustarme porque no se curra mis regalos de cumpleaños como antes (entiendo que puso el listón muy alto el primer año con unos patines de hielo o en nuestro 4º aniversario de novios con un viaje sorpresa a Mallorca…pero de eso a un libro de cocina o a nada en la última ocasión, sin comentarios).
Podría odiarlo cuando le pido que me susurre algo con amor y me dice amorfa  o cuando cada vez que subo al coche se olvida de abrir el seguro de mi puerta y tengo que repicar en la ventanilla para que me abra. Podría enfadarme también porque no conoce  el significado práctico de la palabra complicidad y porque cuando le pregunto si llevo bien el pelo me dice que si sin levantar la vista de lo que está haciendo. Podría repatearme enormemente que su sentido del peligro difiera tanto del mío que me haga parecer una histérica cobarde y podría enfurecerme tener que darle la razón al comprobar que las escenas de las pelis nunca salen igual en la vida real, léase sexo en la ducha, paseo en descapotable o lágrimas de San Lorenzo desde el frontón. Podría enervarme por  no poder compartir ciertos aspectos de mi mentalidad/intimidad con él porque lo que yo veo factible él lo ve insalvable y nuestro sentido de la pertenencia y de la expresión sentimental es como el chino y el croata. Y podría indignarme muchísimo por no poder compartir una bachata pegaditos o no conseguir abstraerlo en medio de una multitud, en cualquier lugar, para estar los dos el uno con el otro como si estuviéramos solos. Podría contrariarme por ser capaz de leer en sus ojos cuanto valora desorbitadamente ciertas cualidades en otras personas (entiéndase mujeres) y en cambio no ser capaz de reconocerlas en mi. Y podría seguir largo y tendido, una lista sin fin que seguro iría creciendo con cada año de convivencia.
¿Pero sabéis que? he decidido no quejarme por nada de eso y centrarme en buscar qué es lo que vio aquella chica en el bar para llamarnos enamorados. Y no me ha costado demasiado  emocionarme cuando sabe lo que pienso sin decirle nada, cuando me sorprende con un donut un día cualquiera o cuando le convenzo sin tener que persuadirle para apuntarme a la convocatoria de bomberos y encima me da esperanzas de poder conseguirlo.
Cuando me regala la cereza que ha caído en su trozo de tarta, me comparte un post que sabe me va a interesar o se acuerda de mi al escuchar una canción de la que después no recuerda el titulo. Cuando desde lejos ya sabe que lo que estoy haciendo no me gusta, cuando me compara con la Jane del Tarzán de Walt Disney, cuando veo el magnífico equipo que hacemos los 4 o cuando seguimos compartiendo los mismos proyectos  y sobre todo cuando a pesar de su torpeza para verbalizar sentimientos, me dice contundente y sin pestañear que no tiene ningún interés en cambiar a otra vida sin mí.
Cuando consigue asombrarme resolviendo en un instante un rompecabezas logístico que a mí me ha tenido obcecada durante una hora y como con qué claridad discierne el bien del mal y su fascinante nulo sentido de la venganza y del rencor. Adoro la capacidad que tiene para ver la bondad en todo el mundo, obviar  las malas intenciones, buscar  siempre el lado positivo de las cosas o si no lo tienen, como acepta esas circunstancias sin rechistar (aunque esto último yo  lo pondría también en la columna de lo malo). Me encanta como se encienden sus ojos azules al mirarlos en la playa y lo tremendamente guapo que está con sombrero o vestido con ropa de montaña, lo que me impone montado en la moto, ese huequillo de su clavícula y su labio inferior apeteciblemente mordible. Lo de padre ejemplar no voy ni a mencionarlo porqué la puntuación se saldría de los límites, al igual que su buena voluntad para ayudar siempre a todo el mundo sin darle la más mínima pereza.  También podría alabar su predisposición para seguirme en todas mis locuras artísticas de carnaval, bricolaje o edición de videos. Pero en definitiva, creo que tal vez la cualidad que más debería valorar en él sea simplemente estar. Estar ahí siempre, hasta cuando parece que no esté o cuando todo me indica que no quiere estar, incluso cuando yo no quiero que esté; pero SI está y a pesar de ser como un ogrillo refunfuñón a veces, me reconforta que aunque sea sólo muy de vez en cuando logre hacerme sentir, todavía y para siempre, su chinita. Eso tal vez no sea complicidad o no sea de película en su sentido más literal, quizás tampoco sea puro amor, pero sabed una cosa, si no lo es, os aseguro que se le parece.


martes, 12 de julio de 2016

Mini momentos

¿Habéis sentido alguna vez un momento de felicidad completa? De esos que duran sólo unos instantes pero miras a tu alrededor y ves a todo el mundo sonreír y buscas en tu interior y estas  relajada y feliz y te invade una exultante alegría al ver la perfección hecha realidad.
Os pondré en situación….
Una isla, el sol recién puesto con el cielo todavía en aquel tono naranja precioso justo en el horizonte tocando  el mar, gorros de paja, un coche con las plazas al completo, ventanillas bajadas y techo solar abierto y esa luz tenue y anaranjada inundando el interior del coche y de repente a todo volumen un vallenato desesperado… y justo en ese momento surge la magia. La magia de todos cantando al unísono y la felicidad en nuestras miradas, la risa en nuestros labios y esa sensación de exaltación de la amistad en nuestros corazones.
El momento exaltación de la amistad, para los que no estáis puestos en el tema sobreviene de dos modos clave, o en mitad de una borrachera descomunal justo después del ataque de sinceridad y antes de los cantos y bailes regionales con la posterior degradación del idioma y el tuteo a la autoridad o el otro modo sería uno como el que os he descrito que de hecho para mi gusto es más verdadero puesto que tus facultades están en perfecto estado y eres consciente al completo de todo lo que acontece.
Ya veis que quien decía que soy difícil de contentar se equivoca de largo. Soy muy fácil y la prueba es que con una buena canción y un coche lleno de gente cantando al compás ya se me saltan las lágrimas y luego para colmo salimos de cenar y nos acercamos a una multitud de gente que mira por un puente. Algo ha pasado, pensamos todos….y de repente empieza a sonar una habanera, cantada por dos músicos desde una barquita diminuta bajo ese puente. “El meu avi” ni más ni menos, que para los que no lo sepáis a mi esa canción me toca muchísimos por todos los recuerdos que implica.
Y ahí es cuando veo lo bello que es vivir y decido descomplicarme, … reír, comer, bailar, amar y empaparme de todos esos micro momentos que no pasan tan a menudo como yo quisiera pero que  si echo la vista atrás los encuentro en infinidad de ocasiones.
Como aquel día que íbamos en moto todos juntos y paramos a ver una presa en mitad de las montañas o durante el descanso de otra ruta en moto a los pies del Llac de Banyoles, al anochecer con unos refrescos, unas velitas y una buena conversación; la visión desde atrás de toda nuestra caravana de motos y sentirse libre.
Como cuando el ferry a la isla empieza a coger velocidad y tu pelo vuela en cubierta y tus hijos se emocionan por ir en barco abrazados a ti y ves alejarse Barcelona para adentrarte en unas mini vacaciones relámpago, igual que como cuando empieza la noche y te imaginas toda la diversión que tienes por delante y rezas para que nunca se acabe. O cuando te prestan unas gafas de buceo, metes la cabeza y Boom  te encuentras un mundo magnifico a la par que inquietante, profundo, interminable, con buceadores por debajo nuestro y  pececitos nadando a nuestro alrededor (aunque a mí me parecieran  tiburones).
Las noches de selfies con las chicas en la plaza de Alborge, haciendo mil y una caras a cada cual más disparatada y creyendo que vas a morirte de la risa.
O simplemente un arrocito caldoso en la terraza de mi casa, con mis peques, una sábado al mediodía después de sesión de piscina y con una siesta sin reloj. También me sirve un tormenta con todos en casa a cubierto y observar por la ventana como cae la lluvia mientras oigo los truenos, escuchando el “sin tu latido” de Aute.
Y es que no hay más. La vida se compone de estos pedacitos de felicidad efímera que a mí me sirven para rellenar el resto de huecos cotidianos más insulsos. Y me divierto horrores recordándolos, y haciendo variaciones de la historia a mi antojo.

Así que en estos momentos de lucidez mental máxima, de clarividencia, cuando por un instante soy capaz de ver qué es lo realmente importante en la vida y constatar que la felicidad está hecha de lo más simple, me doy cuenta de lo afortunada que soy y me siento la más sabia del universo y aunque me gustaría contarlo a gritos y lanzarlo a los cuatro vientos optaré  por guardármelo  muy dentro, despacito ,en silencio y viviré, reiré y amaré recordando esos mágicos instantes para que sólo quien mejor me conozca, quien sepa mirar a través de mis ojos, me vea sonreír y sepa que en ese preciso segundo estoy viviendo uno de ellos.

jueves, 23 de junio de 2016

GPS

El otro día hablando con una madre del cole, dijo una frase que me pareció acertadísima.
“Somos como un GPS, nos pasamos la vida recalculando ruta”
Me encantó, por su sencillez y por su claridad y por cómo sintetizó en apenas 10 palabras como me siento más a menudo de lo que quizás sería recomendable. (Debo decir en general que esta persona (Marta) suele sintetizar muy idóneamente mis sentimientos)
Es cierto, paso mi vida recalculando ruta. Es verdad que cuando encuentro un obstáculo aunque no suelo amedrentarme, me quedo un tiempo que suele variar entre unas horas hasta no más de dos o tres días en recolocarme mentalmente. Soy de decisiones rápidas y muy pulsátiles por lo que tiendo a tener que recular y redireccionar mi decisión con frecuencia. Para mí esa característica no es a la fuerza un defecto…Igual que late mi corazón e impulsa la sangre por  mis venas, y una vez la sangre ha salido impulsada de mi ventrículo no puede volver atrás, del mismo modo lato yo. Soy impulsiva, lo sé, pero no puedo cambiar radicalmente mi forma de ser, al igual que no deseo cambiar el modo en el que late mi corazón.
A pesar de mi espíritu de cambio constante de vez en cuando me gustaría ser de esas personas que ponen el piloto automático y viajan plácidamente, serenas y calmadas. Pero yo no soy así, a mi el piloto automático me cansa aunque me de paz, y vuelvo al mismo razonamiento de siempre, calma  excesiva me aburre, demasiado barullo me ajetrea la mente y me hace perder el norte, podría titular mi vida como “en busca del equilibrio perdido”. Debiera tatuarme una brújula que siempre me marque el camino a seguir  (Mi marido añade que debiera hacérmela sin la flecha que indica la dirección porque así es como voy yo por la vida, sin dirección); tal vez hasta ponerme unas anteojeras como los burros, que no me permitan ver demasiado más allá de mi sendero porque si no me pierdo en los sueños, en los laureles, en los propósitos, en lo que podría ser o hubiera sido. Pero, es que en el fondo difiero de esa afirmación que dice que voy sin dirección. Sí llevo dirección, solo que la mía propia. Que es una dirección con subidas, bajadas, acelerones y frenazos? Pues también. Pero no olvidéis que los mejores motoristas eligen siempre las carreteras con curvas y huyen de las autopistas.
Yo sé bien lo que quiero y aunque a veces doy algún rodeo, mi objetivo se mantiene hasta que lo consigo y es que ciertamente funciono como un GPS (aunque sea un baratillo sin muchas prestaciones), me redirecciono si encuentro una carretera cortada o con demasiadas curvas para mis neumáticos actuales. A pesar de mi impulsividad, con los años he aprendido a controlarme un poco y ahora estoy en una época en que las locuras han de medirse un pelín, por lo que no me cuesta recular y enderezar, posponer para asegurar el éxito o descartar por extracomplicaciones.
Cuando vuelva a ser su tiempo, cuando mi cuerpo vuelva a pedírmelo lo volveré a meter en ruta, y si no me decido, lo echaré a suertes a cara o cruz porqué en el preciso instante en que la moneda esté en el aire, sabré exactamente lo que quiero que salga. Ahí será el momento en que, sin dejar que llegue a caer esa moneda, correré a meter las nuevas coordenadas a mi GPS.


lunes, 20 de junio de 2016

Tic, tac, TOC...

Estoy enfadada con los fabricantes de aparatos de ECG. El motivo es tan sencillo como disparatado y es que los cables, que se distinguen por colores, a mi parecer no siguen una secuencia lógica. ¿Cuál es para vosotros el último color de la paleta? Para mí el negro. Así entonces ¿porqué el último cable lleva el color lila y dejan el negro el penúltimo? El único motivo que encuentro es que hayan decidido no ordenarlo en función de la gama de color sino según elevación espiritual y por tanto ya cuadraría que el lila fuera el último, puesto que es el  que representa el chacra superior.
Y yo me pregunto, ¿es eso una molestia tan grave? En verdad no, pero no puedo evitar pensarlo cada vez que hago un ECG (y de esos hago bastantes al día).
Me gusta hacer las cosas bien y a menudo mi percepción de lo que es estar bien difiere de la de los demás encontrándome con incomodidades de este calibre. Igual que el anuncio de Scheweppes, me encanta, me parece muy bien formulado. Tanta gente funcionando a la vez, todos al ritmo, todos con una acompasación perfecta pero llega el final y lo estropean cuando la chica pone el tirabuzón de limón en la copa.  Al caer  el limón queda demasiado hundido en la copa y no luce lo suficiente. Y a mí, este detalle me duele a la vista.
Me molesta mucho leer un libro en el que la historia se localiza en Dublín y por un despiste mío entender  Berlín. Al final del libro me doy cuenta que es Dublín y me mosqueo muchísimo porque para nada es lo mismo y es que para mi Berlín es verde caqui y Dublín en cambio es amarillo oro!
No hablo de otras preocupaciones importantes de verdad, sólo  me estoy centrando en mis ideales de perfección y mi sentido de perfección chirria enormemente cuando veo detalles como esos. Y es que me gusta admirar la belleza que reside en las pequeñas cosas, en eso que convierte un algo normal en un algo especial sin por ello tener que pasar por encarecer el producto o en complicar la situación. Es buscar belleza por el simple motivo de disfrutar de ella en modos tan sencillos como  terminar los bordes de un apósito en redondo, tener un color determinado para cada tema de mi agenda, ordenar mi armario por largo de mangas, mirar a un hombre en camiseta blanca de cuello redondo o observar a lo lejos una vena prominente ideal para pinchar. Esas nimiedades me aportan tanto bienestar inmediato que se podría pensar que estoy un poco desequilibrada y tal vez así sea, pero ¿sabéis qué? Vuelvo a reafirmarme en que no me importa y reitero también en que la frontera entre la normalidad, la especialidad y el TOC (trastorno obsesivo compulsivo) en mi caso está absolutamente indefinida. Lo sé y no me disgusta.
Soy muy TOC cuando si son las 11.56 no soy capaz de decir que son las 12 y si debo despertarme a las 6 no concibo que la saeta de mi despertador esté a las 6:01 porque no es lo mismo! Y es que aquí podría no notarse la sutil diferencia pero , ¿verdad que no es lo mismo un beso que un BESO o una mirada o una MIRADA?…porque aunque las dos cosas se hagan del mismo modo, con los labios o con los ojos unos te hacen temblar, te transportan y te recitan un mundo de mensajes y otros sencillamente no te aportan nada; pues para mí esa es la diferencia entre hacer una cosa de un modo o hacerla de otro, es sentirme bien o mal, tener un significado o no tener nada, es querer  hacer o hacer por hacer.
En cambio y para rizar más el rizo, para otras cosas me da igual la perfección, soy muy cutre y lo hago rápido y sin esmerarme mucho. Es como un “pa qué… ya está bien así, total no se va a notar”. Y ahí señores míos es donde la fastidio, porque SÍ se va a notar y quizás ahí es donde radica de verdad la perfección de las pequeñas cosas. No en que lo sean sino en que el intento sea hecho con tal fin. No todo podremos convertirlo en algo especial pero si podemos elegir la actitud en la que lo concebimos y el modo en que lo miramos porqué  según dos grandes mentes pensantes la perfección reside en los ojos del que mira y en el corazón de quien la observa.
Así que no caigamos en la desidia del semi-hacer, busquemos siempre esa flor que adorne el basurero, no nos cansemos de intentar hacer magia porque si conviertes en especial todo lo que te rodea será porque tú, indudablemente también lo eres.


miércoles, 15 de junio de 2016

¿Miedo yo....?

Hoy he soñado que estaba haciendo cola para participar en una especie de rodeo con toros de lidia. A mí me daba mucho miedo pero le decía a mi marido (que estaba en la cola conmigo) que quería hacerlo y al acercarme estaba muy nerviosa y asustada pero al entrar en el ruedo me ha parecido que el toro se convertía en vaquilla sin cuernos y ya me ha cuadrado un poco más  la cosa. Ha sido un sueño extraño puesto que los toros no entran en mis pensamientos habitualmente.
Justo me he despertado en ese instante con la seguridad que era el momento justo para superar todos mis miedos, entre los cuales no se encuentran los toros, pero vaya, si Morfeo me ha hablado así por algo será y es que…qué tendrá Morfeo para saber mecerme tan bien en sus brazos.
Yo creo mucho en los sueños, creo que el subconsciente me habla a través de ellos y por consiguiente les suelo hacer mucho caso. Como aquella vez que estando distanciada de unos miembros de mi familia siempre solía soñar que discutía con ellos y nos gritábamos, pero una noche de repente, soñé que les tendía la mano amigablemente  y al despertar me fui inmediatamente a su casa y solucioné el conflicto. O las mil y una veces en que he estado triste y he añorado a mis abuelos y me he pasado toda la noche hablando con ellos, besándonos y abrazándonos en sueños.
Pues eso, que a mí los sueños me ayudan un montón y por eso creo mucho en ellos. Pero creo todavía más en superar los miedos.
Así que cuando al despertar he buscado el significado de soñar con toros no me ha gustado nada. Me he encontrado con un rollo de virilidad/vigoridad/maternidad que me ha chafado mis ganas de enfrentarme a mis propios límites, por suerte no le he hecho caso y he adaptado el significado a mi propia conveniencia.
Porque ¿para qué sirven los límites? ¿Son necesarios? Si, en efecto. A mí los limites y las fronteras mentales me son muy necesarias porque ya sabéis que sin ellos yo me desbordo, me desparramo y me pierdo. Necesito disciplina y contención emocional para no caer tan fácilmente en la tentación de estar en las nubes, en la luna o en mi mundo de  pájaras filosofales. Pero a lo que iba, esos límites sí, pero los otros límites, los malos, los que te impiden avanzar NO. ¿Y Por qué no? Pues por mí misma, por sentirme bien, plena e independiente. Autónoma y capacitada para lo que me echen.
Pero por desgracia yo soy muy de esos (perdonadme la expresión) jodidos  tocacojones  y puñeteros miedos. Me da miedo todo.
Me da miedo un animal que no desvelaré por si acaso alguien me odia más de lo normal.
Me da miedo conducir mi coche (no hablemos ya de coches ajenos) y me da miedo soñar con grandes aventuras en moto por el desierto en una trail porque también me dan miedo las consecuencias que pueden acarrear las motos. Me da miedo la velocidad sin control y las temeridades.
Me da miedo subir al Everest y caerme por una grieta y también montar una yegua salvaje y que se desboque montaña arriba.
Me da pánico que les pase algo a mis hijos y lo que vaya a sufrir por ello y que le pase algo a alguien muy cercano a ellos y sean ellos los que deban sufrir.
Me da miedo también no vivir la vida que deseo y perderme emociones. Temo que mi mente deje de vibrar con nuevas experiencias o dejar de temblar con el sonido de una canción especial. Dejar de emocionarme ante una mirada furtiva o caer en la inapetencia de adrenalina. Me da miedo caer en la tentación pero también temo no volver a caer nunca más en ella.
Y así vamos, sintiéndome cobarde cíclicamente. Y no lo soy en verdad porque puedo contar más cosas que no me dan miedo que cosas que sí.
No soy de las que teme enfrentarse a las cosas, no temo al dolor, ni a estar sola, no temo a los desengaños amorosos ni a meterme en una pelea. No me asustan los insectos ni tampoco las víboras humanas. No temo emprender cosas nuevas ni tirarme al vacío a por nuevas experiencias, probar, curiosear, investigar y intentar conocer mundos y gentes nuevas…pero todo bajo un cierto control, sin imprudencias y sin fanfarronadas.
Así pues vayamos por partes. Hay cosas que no se pueden evitar y nadie está a salvo de ello por lo que nos borramos de un plumazo ciertos miedos. Sufrimiento y muerte eliminados de la lista porque no dependen de mí.
Me ayuda a pensar que todo está escrito y si mi destino es el que sea, indudablemente será. Si no me alcanza yendo en moto, lo hará con un resbalón en la ducha o durmiendo en mi cama simplemente. Por tanto otros miedos más también eliminados.
No tengo financiación para el Everest por tanto…otro fuera! Podría probar con una vía ferrata para sacarme el gusanillo de la aventura y como todo creo que el único modo de superar un miedo es yendo a por él. Como dicen siempre mis padres, al toro se le coge por los cuernos (que curioso pensar que en mi sueño yo lo intentaba coger por la cola)
Así que no hay duda y soy la prueba viviente  que con la práctica se quita el temor. Cuando acabé la carrera de enfermería me daba pánico realizar extracciones de sangre, me daban sudores y dolor de tripa instantáneo…..pero no desistí, seguí haciéndolo  un día tras otro hasta convertirme sin darme cuenta en una gran extractora, y no lo digo por buena (qué también ..;) Sino por “disfrutona”. Esto voy a aplicarlo al coche. Otro en proceso de eliminación.
En un documental vi a unos bebes con unas serpientes. Al otro lado del cristal sus madres los miraban atentos. Si el bebé veía a la madre asustada, se asustaba él también. Si por el contrario las veían tranquilas y felices, jugaban con las serpientes como si de un muñeco se tratara. Qué gran lección! Suena fácil en la teoría pero creedme cuando os digo que este, el del animal, (que tampoco son las serpientes) es el único miedo que no me veo capaz de superar a pesar que cuando vea a mis hijos con mi animal temido lo único que deberé hacer es seguir el consejo de esos bebes. No me voy a dar por vencida. Lo voy a intentar os lo prometo. Apuntadme otro en mente para eliminación…;)
Para aquellas pajarracas sobre dejar de vivir, de experimentar, etc.…pues que os voy a contar que no sepáis de mi los que me conocéis bien…que me da susto que pase pero sé que nunca va a pasar.
Y lo sé porque me emociono con nada, y más con los anuncios tipo Coca Cola…esos que te dan las ganas de reír, de baila, de temblar con cada mirada. Aquellos que te hacen saltar las lágrimas y saltar a la vez del sofá para hacer algo en la vida que te llene el alma de pasión irrefrenable.
Así que seguiré mirando hasta donde me permita la vista pero esta vez sin obstáculos para que lo único que marque mi límite, sea el horizonte.



martes, 8 de marzo de 2016

Desinspiración cotidiana

Cuando estoy feliz y tranquila no me inspiro. Qué pena la mía. Parece ser que necesito un punto de macarra para que me surjan las ideas que me hacen llenar páginas. Mis musas se han ido, deben aburrirse cuando entro en fase de paz interior.

A pesar de tener mi mente en constante ebullición  con ideas que pueden dar titulo a mis columnas no consigo desarrollarlas más allá de dos líneas. He buscado sobre modos de recuperar la inspiración pero me parecen todos muy ñoños. No son de mi estilo, así que nada, tendré que ir a lo seguro, Alguna idea loca, algún proyecto disparatado…y es que yo para inspirarme necesito cierto aire gamberro...Y  me pregunto el porqué de eso. ¿Es acaso mi musa una barriobajera? ¿Por qué los temas que auto debate mi mente tienen siempre cierto aire de locura?

¿No sería más fácil pensar en cosas cotidianas? Pues tristemente va a ser que no. Yo a pesar de que la rutina me aporta calma no puedo evitar agobiarme hasta de mi misma cada cierto tiempo.
Cuando era más joven solía pasarme cada verano, después la cosa dejó de tener relación con la estación del año y pasó a suceder sin previo aviso, normalmente después de largos periodos sin cambios o últimamente después de alguna decepción importante. Y es que no negaré que yo estoy muy feliz en mi vida y no quiero cambiar nada (hablando a grandes rasgos) pero mi mente inquieta SÍ necesita añadir alguna dosis de adrenalina de vez en cuando.

El problema es que mis dosis de adrenalina suelen ser disparatadas y a menudo requieren un sacrificio que ni mi logística familia, ni mi economía  puede asumir. La última…ser bombera. No es algo nuevo, siempre he querido ser enfermera del cuerpo de bomberos  aunque nunca lo he mirado en serio puesto que mi vida me ha llevado por otros ámbitos. Esta vez he estado a un suspiro de presentarme a la convocatoria de plazas pero por desgracia se necesitaba el carnet de camión y no lo tengo. No me importaba sacármelo si el plazo para la inscripción me lo hubiera permitido y tampoco me importaban las pruebas físicas. Al contrario de lo que piense la gente a mí eso me provoca más aliciente que rechazo. La pájara anterior a esta fue hacer un máster de emergencias extra hospitalarias con prácticas incluidas en el servicio de bomberos de Nueva York…bufff eso si que fue un subidón. ¿Y lo veis? otra vez bomberos. En general todo lo que sea difícil y con uniforme me gusta: bomberos, SEM, SWAT….., los cuerpos del estado en general (y es que mamma mía, ¡qué cuerpos!)
 También hubo una vez que quise ir al campo base del Everest y del K2 y otra en que quería vivir en el Calafate en Argentina. Hubo un día durante un concierto de Celtas Cortos que le propuse a mi novio vender mi Volkswagen Polo y recorrer el mundo con lo que sacáramos. El coche era nuevo así que yo calculaba que nos darían unos 12.000 euros. La idea era pulírnoslo y cuando sólo nos quedara lo necesario para el billete de vuelta volver y empezar de nuevo nuestra vida habitual. Por desgracia no coló (desde entonces tengo serías dudas sobre mi poder de persuasión). Nada de todo aquello  prosperó  pero os aseguro que fui inmensamente feliz imaginando todo lo que me depararían esos futuros alternativos.
Luego tengo maneras más accesibles de chutarme…algún piercing furtivo, el diseño de un nuevo tatuaje (este es mi última adquisición mental, después de descartar lo de ser bombera) y es que cuando se me mete algo entre ceja y ceja todo cuadra en mi percepción subjetiva de la realidad de tal manera que hasta me da la sensación que la vida me da señales….veréis, para que entendáis mi lógica…..hace un año me hice dos piercings en la clavícula (uno por cada hijo), dos brillantitos, muy monos, muy finos. Me encantaban. Pero parece ser que mi cuerpo los rechazó como (según los entendidos) se rechazan el 99% de este tipo de piercings en concreto. Pues bien, a mi me sigue gustando el tema decoración clavícula así que hace unos meses ya pensé en tatuarme algo pequeñito allí. Ayer sin ir más lejos vi en la tele la peli “Divergente” que me encantó en su día y por casualidad la pillé anoche  y la volví a ver. Y me encantó todavía más (sin hablar del protagonista masculino que me parece tremendo empezando por el nombre y acabando por su actitud; sin pasar de inicio por su aspecto físico) el tema es que ella me encanta. Su papel, su valentía, su temerosa osadía, el feeling entre ellos y, casualmente el tatuaje que se hace en su clavícula. Y para echar más leña al fuego, hoy, justamente hoy, os juro que ha venido a consulta una paciente con un tatuaje en la clavícula. ¿Podéis creerlo? Ahaha!!!!  ¿Si o si la vida me manda señales????? Soy fácil, mi lógica mental y emocional es aplastante para mí y obviamente hago que me cuadre a mi antojo. Mi poder de persuasión hacía mi misma es brutalmente efectivo. Pero mi  verdadero problema es que cuando se me pasa el efecto de la novedad, vuelvo a aburrirme y ciertamente es agotador vivir en una búsqueda constante de nuevos incentivos de vida y más aun de incentivos que tengan cabida en mi logística diaria. Así es como me agoto hasta de mi misma y de mis malditos ciclos. ¿Pero cómo lo hago???? Contadme, ¿cómo hacéis vosotros para mantener la chispa de la vida cotidiana?


Magia, imaginación, locura……y qué más da! Una vez leí que si tus sueños son grandes es porque tu capacidad de lograrlos también lo es pero sólo serás capaz de lograrlos cuando consigas que éstos, sean más grandes que tus excusas (y ahora si me disculpáis voy a informarme de los requisitos para entrar en los SWAT…;)

miércoles, 13 de enero de 2016

La cruda realidad

Ni las noches sin dormir, ni las cacas, ni el no volver a ver una peli del tirón, ni que las comidas sean una batalla campal, ni que tu casa se convierta en una carrera de obstáculos, ni que ir a comprar a la carnicería sea tu momento de relax total, ni los consejos de la gente que parece saberlo todo sobre tus hijos, ni las siestas que no existen….
Lo peor  y más estresante de mi maternidad es la incapacidad para controlar el sufrimiento de ver sufrir a mis retoños.
No hablo de un sufrimiento físico, no me refiero a cuando se caen del columpio o se dan un golpe contra el suelo (que también), me refiero más bien a sus aflicciones emocionales, a cuando les llaman tontos y ellos se lo creen, a cuando no saben gestionar una negativa o a cuando te preguntan como hizo mi hijo la otra noche…mamá, ¿qué pasa cuando una persona se muere? Yo me quedé literalmente con la mente en blanco porque aunque sí es cierto que me había planteado que algún día llegaría esa pregunta, no pensé que iba a llegar tan pronto. Y le conté a mi manera y a un nivel que él pudiera entender lo que yo creía acerca de este tema y vi que en ese preciso momento una de los millones de luces de sus ojitos se acaba de apagar para siempre porqué se había hecho ya un poco más mayor de lo que era antes de mi explicación y no me quedó otra que llorar por dentro y por fuera al saber que mi pequeño Jon  ya entró en la vida real y por ende él iba a ser un poquito más triste y yo  iba a ser un poquito menos risueña, porque no nos engañemos, para un niño enterarse que los que traen regalos el día 6 de enero en casa no son los que vemos desfilar el día 5 o darse cuenta que en la vida real el que se muere no se levanta del suelo cuando acaba la película o que el telediario es un pelín diferente al cuento de cada noche tiene que ser un trago amargo de pasar.
No creáis por ello que quiero meterlos en una burbuja y cobijarlos del mundo. Mi red social y yo vivimos en una cotidianidad irreal en cierto modo, pero es nuestra realidad al fin y al cabo y no me apetecía hacerlos conscientes de la cruda y verdadera realidad tan pronto. Así que soy consciente que podemos sentirnos agradecidos puesto que vivimos felices y sin excesivas complicaciones, y sí, tenéis razón, todo este sufrimiento teniendo en cuenta que a mis hijos les traen regalos el día 6 de enero y otras mil afirmaciones que para nosotros podrían parecer básicas pero que en realidad son privilegios.
¿Y cómo hago entonces para explicarles cómo funciona el mundo real sin deprimirme en el intento? ¿Cómo les enseño todas las caras de la verdad sin sumirlos en la desesperanza?
Pues a mi modo, y a su ritmo. Según vayan apareciendo sus preguntas iré escudriñándome para darles mi mejor respuesta, adornada hasta el límite de la ficción para irle quitando florituras a medida que ellos crezcan y vayan abriendo sus ojos al propio entendimiento para ser capaces de ver la vida tal cual es; cosa que llevo mal, no lo negaré, pero es que cuando se trata de menores, desde que soy madre, es como si mi corazón ya no fuera mío, como si pudiera soportar cualquier sufrimiento excepto el relacionado con niños y mucho menos con los míos, como si a pesar de tener mil alicientes en la vida, del único del que no podría prescindir nunca fueran mis peques.
Parece como si morirme  ya no fuera una putada tan gorda sólo por el mero hecho de dejar esta vida, sino que la cosa se agrava exponencialmente al pensar lo que vayan a apenarse mis peques por la incertidumbre de cómo será su vida sin mí y para qué ni contaros el desasosiego que me produce la expectativa de no poder abrazarlos de nuevo nunca jamás. Y he pasado de su sufrimiento al mío propio y lo he enmarañado todo haciendo de sus penas las mías y de las mías las suyas y en ocasiones no consigo distinguir donde acaban unas  y empiezan las otras. En definitiva me he chutado de hipersensibilidad emocional materno-filial y eso me ha hecho una pava sentimental de medalla de oro.
En consecuencia me he vuelto de esas personas que lloran viendo el telediario y que no ven películas dramáticas. Soy de esas que, ahora que soy madre, entiendo mejor a mis padres y a los padres de mis padres y a menudo y muy a mi pesar a los padres de la protagonista de la comedia romántica de turno. Me he convertido en una amante de las letras que se queda sin palabras para expresar mi amor por ellos, y es que hasta el infinito y más allá se queda corto cuando les doy el beso de buenas noches y no importa la distancia más larga que se les ocurra porqué mi sentimiento siempre la supera y  cuando me acerco a su oído y les digo ¿sabéis una cosa? Y ellos, con sus manos cogiendo mis mejillas, me preguntan ¿Qué?…..Que os quiero con locura, dudo que lleguen a entender el alcance de esa locura y ya imaginareis, por todo esto y mucho más que estoy segura que mi último latido, mi último pensamiento, mi último suspiro será sin duda para mi Jontxiki y mi Naiuski con la certeza de llevarme el más espectacular, inconmensurable y puro amor que nunca jamás haya existido en la faz de la tierra, del espacio, del infinito y del más allá.